20 feb 2014

“LA GRANDE BELEZZA”: EL CINISMO, UN ARMA CONTRA LA DESESPERACION

A partir de la historia de un escritor y periodista napolitano, hace años en la Roma, como ya es su costumbre inmersa en sieno de la frivolidad y la corrupción, el cineasta Paolo Sorrentino propone en “La grande bellezza” una mirada cínica y poética a la vez.
La película comienza con canto gregoriano y un cañonazo, en pleno amanecer romano, donde un ciruja duerme en el banco de una plaza y un hombre en camiseta lava su rostro con el agua de una fuente que, seguramente, es histórica, de hace cientos de años, de golpe, imágenes interrumpidas por las de una mujer tatuada que se prepara a bailar una versión remixada de "Far l'amore", de Bob Sinclair y Rafaella Carra. Prologa un texto de Celine: "Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.. Va de la vida a la muerte. Personas, animales, ciudades y cosas, todo es inventado. Es una novela, nada más que una historia ficticia… Y además cualquiera puede hacer otra. Basta cerrar los ojos. Está en la otra parte de la vida”, dice y poco después sigue el mambo.
Paolo Sorrentino y el coguionista Umberto Contarello, inventaron un alter ego llamado Jep, de larga experiencia, que llegó a los veintipico a Roma, que pasó los 60 y tiene esa cualidad poco común de poder meterse en cualquier lugar, ya sea de una clase social o de otra, una calle oscura o luminosa, frente a la soledad o a la multitud puro bullicio, y ver más allá de lo que aparente, porque de alguna forma está de vuelta. Sin embargo, para Jep Gambardella, esa particular manera de ver el mundo que lo rodea le da tanta satisfacción como dolor, por un lado el placer de poder observarlo como un gran cuadro, una especie de puesta en escena a lo Brueghel en la que aquí y allí se tejen negocios, romances, se mueven los hilos del poder, manejados por gente desesperada.
Ricos de la noche a la mañana, políticos, mujeres de la alta sociedad, criminales, ladrones de guante blanco, periodistas, personajes de la farándula, vedettongas, prelados, intelectuales, de los verdaderos y los falsos, a fin de cuentas el vasto universo de una sociedad que se autoproclama moderna, parecen morir cada noche y renacer poco después. Todos ellos se recortan cuando Jep, o la cámara de Servillo se les acerca, pero cuando se les aleja hasta ponerse en los ojos del espectador que los sigue con atención son apenas seres vivos que como piezas de un gran rompecabezas conforman una masa que se agita, desesperada en jardines de villas lujosas, terrazas de palacios de la Ciudad Eterna. Dice Jep “No solo quería ser mundano sino ser el rey de los mundanos, no solo participar de las fiesta sino hacerlas fracasar”, mientras marcha al encuentro con un viejo conocido, el viudo de una mujer a la que el escritor deseaba pero no pudo hacer suya. Si bien “La grande bellezza” no es episódica, si en cambio una suma de aguafuertes con diferentes personajes e historias que este singular guía ayuda a observar en un espejo fiel o deformante, que expone las miserias de la decadencia, del no futuro, del vacío que las pantallas de los televisores intentan llenar con espectáculos colorinches. Desesperanzado, Sorrentino muestra a Roma desde los ojos de una napolitano que la viene observando embelesado hace rato, finalmente convertida en un “un bonito cadáver”, una vieja y hermosa ciudad de perdedores que se creen ganadores, porque al fin y al cabo todos como anticipa Discépolo en “Cambalache”, finalmente “allá en el horno nos vamo a encontrar”. Para Sorrentino, Jep “…es un desencantado sentimental, un decepcionado del sexo y las aventuras, que va a la gran ciudad y utiliza el cinismo para defenderse de la ciudad. Pero todos los cínicos esconden un lado sentimental que en el caso del protagonista de Jep se aprecia en la visión del fantasma de la chica de la que estaba enamorado de joven”. La cámara de Sorrentino, maravillosamente guiada por el director de fotografía Luca Bigazzi, gira alrededor de los personajes, vuela como si estuviera montada en un dron, vuela por lugares que el protagonista solo podría recorrer en sueños: son imágenes impactantes, que conmueven, que la convierten en una pieza única. El filme, que ya ganó el Globo de Oro, es uno de los finalistas al Oscar a mejor película en lengua no inglesa, que serán entregados el 2 de marzo en Los Ángeles, y compite con la belga “Alabama Monroe”, de Felix van Groeningen, “La cacería”, de Thomas Vinterberg y “L’image manquante”, del coreano Rithy Pahn y la palestina "Omar", de Hany Abu-Assad.
La película, desde su presentación en la competencia oficial en el último Festival de Cannes y su estreno en varios países incluso en los Estados Unidos, además de premios y nominaciones, ya recaudó más de 10 millones de dólares, posicionándola como una de las producciones italianas más exitosas de los últimos años. En Cannes, el filme fue comparado con “La dolce vita”, el clásico de Federico Fellini y el periodista de Servillo con el paparazzo de Marcello Mastroianni, no obstante también se detecta también la observación desesperanzada de “La voce de lla luna”, el último trabajo del cineasta de Rimini, y también de “La terraza”, de Ettore Scola, no obstante Sorrentino prefiere que no se lo compare con “obras maestras”. “Mi intención era observar a personajes muy diferentes, con una mirada tierna y afectuosa. Detrás de cada uno de esos personajes hay melancolía, sufrimiento, historias personales y no tengo ningún problema en reconocer que en entre esos personajes también estamos nosotros, al borde de las desesperación”, reconoció Sorrentino en su paso por Cannes. (versión aumentada de la publicada por Télam).

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