Sorpresa. En febrero el Festival de Berlín seleccionó a Rompecabezas, de la debutante Natalia Smirnoff, una película nacional en coproducción con Francia, para su competencia oficial y la prensa de internacional la aplaudió. Antes, en 2009, en una versión a la que le faltaban algunos toques finales, había sido presentada con muy buena recepción en Cine en Construcción del Festival de San Sebastián donde ganó el premio Casa de América. Hace dos semanas, el Bafici, la proyectó en una noche especial. Mientras tanto, también fue seleccionada para otras muestras. La ópera prima Smirnoff, hasta ahora, asistente de dirección (de cineastas como Alejandro Agresti, Pablo Trapero y fundamentalmente de Lucrecia Martel, de quien además fue directora de casting de todas sus películas) debuta con este film que se estrenó el 29 de abril. La joven Smirnoff que antes de emprender el camino del cine en la FUC, fue periodista de espectáculos (su padre Miguel Smirnoff es el creador de la revista Prensario, donde ella trabajó varios años) y emprender así la aventura de su primer largometraje, encabezado por María Onetto, a quien acompañan Arturo Goetz y el Puma Gabriel Goity.
La actriz, últimamente aplaudida por sus trabajos en TV y en cine La mujer sin cabeza, por la que ganó el Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas en 2009, encarna a una mujer, María del Carmen, que cumple 50 años pero hace tiempo que dejó de lado tener en cuenta esa fecha. Sus hijos se están yendo y su etapa de madre protectora se está terminando. Un regalo fortuito para su cumpleaños, la pone en contacto con otra realidad en la que descubre una habilidad desconocida: un rompecabezas.
La obsesión comienza a ser guía de su vida. El cuestionamiento a su entorno la obliga a pasar a la clandestinidad, es decir para estar tranquila con su pasión. Allí aparece Roberto, un millonario que quiere competir en el torneo mundial de rompecabezas en Alemania y debe entrenar fuerte para eso. Pero María del Carmen es una ama de casa de familia de clase media del conurbano bonaerense y esto representa un nuevo mundo, difícil de enfrentar. El rompecabezas se convierte en un símbolo del cambio que la lleva a descubrir una nueva María del Carmen que debe decidir su nuevo lugar en el mundo. "Distintas piezas arman nuestra figura, aunque nunca podamos ver todas las que la conforman. Las personas somos múltiples personajes; pero estamos acostumbrados a tener que ser de una manera y dejamos de ser todas las demás. En alguna parte de nuestro ser estas distintas variantes de nosotros mismos deben estar. ¿Pero dónde?"
Otras figuras del film, son Henny Trailes, Marcela Guerty y Mirta Wons.
-¿Cuándo tomaste la decisión de hacer cine, después de incursionar por un tiempo en el periodismo y otras cosas?
-Tuve un accidente de auto a los 21 años, tonto, nada grave, pero casi choco con una columna que hubiera sido mucho más. En ese momento, con las posteriores ocho horas en una comisaría de San Telmo toda la noche, sentí fuertemente la sensación de fragilidad de la vida. Se me quedó impregnada. Casi sin saber porqué, cinco meses más tarde abandoné la carrera de sistemas en Ingeniería donde me quedaba nada más que un año para recibirme y me anoté en cine de un día para el otro. Simplemente pasé por la puerta de la FUC, entré, averigüe y me anoté. La sensación de empezar a elegir un nuevo camino me empezó a dar aire. Yo estaba siendo arrastrada por la vida, no estaba eligiendo realmente. A partir de ese momento, empece a hacerlo. Y me fasciné. Unos años más tarde dejé el trabajo de periodista y comencé como ayudante de casting.
-Se que entablaste un fuerte vínculo con Lucrecia (Martel)... ¿En qué medida influye tu participación en todas sus películas en tu decisión de lanzarte a dirigir?
-Haciendo el casting de La ciénaga, Lucre me dijo una frase que me marcó: está muy bien que seas ayudante y que hagas este trabajo, pero no pierdas la capacidad de saltar al vacío. Sin eso, no podés dirigir. Me quedó grabado. Muchos años me llevó querer dirigir. Inclusive tuve una etapa que odiaba a los directores, algo clásico en todo técnico. Pero llegó un momento que esta historia se me presentó, ya hacía ocho años que trabajaba en cine. Me acordé de Lucre porque para realmente poder lanzarme a dirigir, necesité varios años. Cualquiera que trabaja en cine sabe que es más fácil fracasar que hacer una buena cosa. Es muy muy difícil. Son muchos elementos en juego. Ver la valentía de Lucrecia, su forma de encarar el cine tomando decisiones muy arriesgadas por supuesto que también me influenció y me dio un punto de referencia. Es realmente sorprendente cuánto se anima Lucrecia a arriesgar. Bah, se nota en sus pelis, pero es fuerte cuando uno lo ve en vivo. Siempre me acuerdo de la vez que estabamos filmando la escena de las reposeras, apertura de La Ciénaga, y Lucre les pedía que arrastren lento a los actores y extras. Visto en vivo era como un ejercito de zoombies. Yo me acuerdo que sufría por ella, decía pobre Lucre, esto le va a quedar horrible, super artificial. Cuando vi la escena montada fue mi primer gran apredizaje, particularmente me parece bellíisima esa escena de la película.
-¿Se aprende más en una escuela de cine o en el mismo trabajo?
-Mi respuesta anterior responde parte de esto. Creo que aprender el set, aprender como funciona un set profesional, por dentro y cada uno de sus ingredientes y elementos, te da una libertad a la hora de filmar, a la hora de encontrar tu forma de trabajo como director inigualable. Por supuesto hay gente brillante que no necesita pasar por eso y lo adquiere al segundo día. Pero seguro son los menos. Eso fue sin igual para mi a la hora de filmar. Y creo que se siente en mi película. Ahora hay algo del espíritu de la escuela de cine que necesitás para concretarlo. Es raro. Yo me embarqué en mi peli, con los riesgos económicos tremendos que tuvo en el momento que nos lanzamos a filmar, en parte gracias a eso. A algo que mamé en la escuela. Por otro lado considero la formación académica de cualquier tipo como un privilegio. Por ejemplo yo utilizo un montón lo que aprendí en Ingeniería. Para mi los planes de filmación siempre fueron variables matemáticas. Y el guión tiene algo de eso también. Y para escribir guiones tener nociones de estructura, de dramaturgia, me parece fundamental. Igual creo que nunca se acaba para mí lo que uno puede aprender. Por ejemplo ahora estoy haciendo el curso con Kartún de dramaturgia. Y es genial y muchísimo lo que aprendo clase a clase.
-¿Porqué este tema?
-Me interesaba contar la historia de una mujer sencilla que descubría un don. Me gustaba que no fuera una heroína ni tipica ni obviamente atractiva, pero que poniéndole una lupa, un foco, uno empezara a descubrir un universo. Ese fue como el germen inicial. Como un poco conté acá, he vivido muchas vidas, he sido casi una persona de sistemas, periodista, vendedora de publicidad, luego técnica cinematográfica, ayudante de dirección, asistente y directora de casting y ahora directora, pasando por escribir la peli. En un momento hasta tuve fantasías con hacerme gemoterapista. Yo no creo que todo esto fue un camino para dirigir. Fui todas esas cosas y podría ser todas otras. Y me parece que todo el mundo tiene millones de dones y posibilidades a veces descubiertas, y muchas veces cubiertas. Pensar que mi protagonista se podía morir tranquilamente sin descubrir el rompecabezas fue gran parte del motor de esta historia. Ella es genial armando, única. Y eso siempre da cosas buenas pero también exige mucho. Los dones son así. Por otro lado había sido madre hacía un tiempo de mi primer hijo y estaba descubriendo y observando esa capacidad que tienen la gran mayoría de las mujeres de darse, de perderse en su familia y ser feliz con eso. Hasta leí un reportaje hace poco de Meryl Streep que lo decía, que en su casa era anónima y ella siempre era la menos importante y eso hacía que funcionara su casa hace tanto tiempo. Esa capacidad me parece fascinante. Como hacer un balance con eso y su vida, sus pasiones, un desafío que cualquier madre o padre tiene.
-¿En qué medida pensas que el cine debe subir la apuesta y poner en riesgo una llegada más amplia? ¿Existe un límite?
-Es que ese es un misterio increíble. Nunca se sabe. Lo que yo creo es que es genial que la película de uno la vea la mayor cantidad de gente posible. Yo quiero que mi peli la vean todos los que le den ganas y la hice pensando en entretener, que como dice Kartún es tener entre. Lo que no quiere decir que usé ningún recurso efectista. Simplemente me importaba cuando escribía, filmaba y montaba el carril emocional de la historia, que estaba sintiendo, antes que todo. O sea, el eje emocional. Que eso está conectado con el espectador. Por ejemplo lo que hoy resulta gracioso, no lo pensé como gracioso, sino como parte natural de la emoción. Yo concibo la vida con la risa. No conozco a nadie que no se ría 20 veces al día. Aunque sea para adentro. El humor es parte indivisible del cotidiano. Y por eso está presente. Ahora evité el gag, que ya es el artificio de la risa. Mi límite en esta película fue cualquier cosa que fuera manipulación. Que sólo pasaran cosas que la historia pedía o podían suceder con los personajes. Evitar demagogias y gags. Pero tal vez eso no me pase en otra peli. Finalmente cualquier director/escritor que hace una peli es simplemente un tipo que quiere contar algo y seguro pone lo mejor de sí. Luego la noción de autor siempre va a proteger esto. Creo que lo que pierde las películas es si se convierten en máquinas para ganar dinero, donde lo mas importante es eso y no contar una historia, reflejar emociones, sensaciones y sentimientos y pensamientos. Mientras lo central sea contar una historia, para mí se está a salvo. Y que se suba la apuesta en la medida que se pueda. Pero con ese límite, que creo que es muy claro para cualquier autor. Pensando un poco más, creo que hay un lugar muy claro y es cuando te resuena y es que vos crees en eso y otro que es cuando lo hacés para otros. Ese para mí debe ser el límite.
-¿...Y la elección de los actores?
-Quería actores que no supieran qué iban a hacer en la toma, que fueran impredescibles. Me encanta esa condición del actor. El que arriesga, que se manda por el camino no obvio, prueba. Soy una apasionada del arte del actor, los admiro profundamente. Me parece milagroso lo que hacen. Simplemente. He buscado a todos mis actores en función de esto. María Onetto me parece una actriz increíble. Realmente compenetrada, buscadora y valiente. Jamás se está preocupando si está linda o no, simplemente se mete en el papel y vive y busca que esté vivo, que no se vaya del rol. Me era fundamental para la historia que el marido fuera alguien fuerte, de quién ella estaba enamorada y él también y fuera muy difícil de dejar. La historia iba a tener sentido para mí si esto sucedía. Porque desde lo obvio, de lo superficial, siempre iba a ser más atractivo el personaje del armador millonario de Rompecabezas. Con lo cual necesitaba alguien muy especial. Por suerte lo encontré y pudo. Me dijo que sí, que es el Puma Goity. Cuando empecé a filmar con él realmente me sorprendió como la cámara quiere mirarlo. Es muy fuerte de observar. Y ha hecho un trabajo maravilloso para mí. Es fácil encasillar a ese personaje y él logra que uno se identifique pero a su vez diga, ah, no es lo que pensaba. Creía que sabía todo de él y sin embargo mirá lo que hace, acá no reacciona así. Y logró algo para mi muy importante y es que nadie cuando ve la peli duda que él la ama. Muy pero muy complicado de lograr.Con respecto a Arturo, o a Roberto, necesitaba un ser muy especial para hacerlo creíble. Quería que sea atractivo, pero sobretodas las cosas, quería un actor que pudiera dar algo totalmente diferente a la mayoría de las personas: Alguien que no esté regido por la noción de “hay que trabajar”, del sistema productivo. Alguien que pudiera encarar la pasión por los rompecabezas con total libertad. Resumidamente: alguien libre. Creo que Arturo logró hacerlo fantástico. Y está hermoso además. Es un ser humano muy especial. Adorable.
-¿Cuál es el tipo de cine que querés hacer... cuál el que nunca harías?
-Uy qué difícil...quiero hacer un cine que las actuaciones tengan una búsqueda de originalidad, de autenticidad. Cine que muestre los detalles, lo que se llama el trazo fino. Pero me gusta los elementos fantásticos. Yo parto de la noción que no hay una verdad. Hay puntos de vista. Y el cine es un gran campo para jugar con eso, para mostrar con eso. Las historias permiten elementos fantásticos que no necesitan comprobación científica. Eso me fascina. Yo no encajo tanto con la era de la comprobación científica. Me gusta lo mágico, lo improbable. Lo misterioso. Ahora yo de géneros no entiendo nada. Me hablan por ejemplo de costumbrismo y yo no entiendo. Soy muy mala en eso. Lo que sé que no haría es contar una historia con la que no tenga mecha, con la que no me identifique, me inquiete, me subyugue. Yo siento que no sé nada, no sé como hice Rompe. Se hizo sola con la conexión que tenía con la historia. Es lo que me llevaba a saber si eso era por ahí, si estaba bien o no. Pero no sé nada de antemano. Ni de nada. Mi instinto me va guiando. Solo puedo hacer cosas que mi instinto me pueda guiar. La parte racional me parece pequeña al lado del poder de lo que uno no sabe conscientemente.
-El cine argentino es uno de los que más espacio da a cineastas mujeres. ¿Existe, como en otras profesiones, un punto de mayor dificultad para que las mujeres hagan cine?
-Como te digo, soy mala con los géneros. Pero creo que no. Creo que lo difícil para la mujer es el balance que hablabamos del guión. Hacer cine lleva mucho tiempo y esfuerzo. Tener hijos también. Balancear eso puede ser lo más complicado para mí. Tengo dos. Por otro lado, hay momentos donde uno no trabaja o está en casa, ventaja frente a una madre que tiene que ir a una oficina todos los días. Ahora las mujeres solemos ser naturalmente mandonas, fundamental para dirigir, así que no es tan extraño que haya tantas, no? Igual sí creo que esto es algo que ha ido cambiando. Cuando yo empecé a trabajar en cine, muchas veces había solo hombres en los equipos. Ahora cada vez son más mujeres, muchas cabezas de equipo. Lo fundamental para mí es que se pierda esa noción de que todo no se puede. De que si trabajas no podés tener hijos o viceversa. Si alguien elige eso, perfecto. Pero todo finalmente es una cuestión de decisión personal y de buenas niñeras, abuelas y parejas que aguanten.
-¿Que sentiste cuando tu primera película fue seleccionada para Berlín?
-Fue una profunda emoción. Esta peli la hicimos con mucho esfuerzo, mucho. Todo el equipo y el elenco dio mucho, trabajó por poco, entregó tiempo de más sin cobrar. En ese momento di gracias a todos los que apostaron con corazón, porque creían en la peli. Muchas personas me han ayudado en el proceso. Pero además fueron cinco años de mi vida, donde en muchos de ellos creí que nunca iba a lograr hacerla. Te diría que en junio del año pasado creía que iba a quedar guardada en un cajón por como estaba la situación. Así que imaginate que seis meses más tarde ir a Berlín era un sueño. Increíble. Más allá de que entrar en Berlín en competencia con una opera prima es muy complicado, uno sabe que al entrar, la peli crece. Llega a más gente, es revalorizada. La gente que te dijo que no, te dice que sí, etc. Y obviamente para mi carrera, es super importante. Sé que ahora es mucho más sencillo para la próxima.
-¿Supongo que ya tenés nuevos proyectos?
-Se llama El cerrajero. Voy por la segunda versión. La idea es filmar los primeros meses del año que viene. Cuanta la historia de un cerrajero que empieza a sufrir visiones cuando está haciendo la apertura de las diferentes puertas. Ve algo clave de la persona a la que le está haciendo el trabajo. Alguien relacionado (amante, hermano estafador, madre golpeadora, etc). Y le sale la voz de ese alguien. Obviamente esto empieza a alterar todo su mundo. Y ahí se cruza con una tarotista con quien se ve a sí mismo enamorado. Y él tiene novia, es anarquista y no cree en nada de todo esto. Más exactamente, lo rechaza.
(esta es la versión completa de la entrevista publicada en el diario La Nacion, el 25 de abril de 2010)
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