25 mar 2009

Piñeyro, Echarri, Sbaraglia y Las viudas de los jueves

Marcelo Piñeyro, Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia, se juntan por segunda vez en un proyecto. La primera fue hace nueve años, con Plata quemada.
Piñeyro vuelve al cine, tras un paréntesis de casi tres años. En los primeros días de marzo inició el rodaje de Las viudas de los jueves, la novela de Claudia Piñeiro publicada en 2006, que adaptó con Marcelo Figueras. El “thriller y algo más, que recuerda a John Cheever”, como lo encuadra el autor de Tango feroz y Caballos salvajes, toma como eje el microcosmos de un barrio privado y la relación entre cuatro matrimonios vecinos, a partir de la aparición de tres cadáveres flotando en una piscina. Los jueves, los hombres se reúnen para jugar al poquer, las mujeres, para salir de compras…
De la oportuna asociación de productores argentinos y españoles nació la idea de reunir un elenco que incluye a varios viejos amigos del realizador, entre ellos Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia, con quien ya filmó cuatro de sus hasta ahora seis largometrajes. También a Ernesto Alterio, Gabriela Toscano, Juan Diego Botto, Ana Celentano, Gloria Carrá y Juana Viale. Lo que se dice un elenco ganador.
Piñeyro, Echarri y Sbaraglia hablaron de su película.
“En el medio hubo un proyecto que me consumió un año y terminó no siendo. No lo hice, todavía, quizás lo haga o quizás no… en realidad querría hacerlo. Los productores, dueños de los derechos del libro de Piñeyro, me ofrecieron el proyecto en enero del año pasado”, recuerda el director mientras ya se prepara para la gran fecha. “Leí la novela arriba de un avión, me gustó, y le comenté al productor por la parte española, Gerardo Herrero, que me preocupaban algunas cuestiones de producción, entre ellas disponer de un sector de un barrio cerrado real para el rodaje. Todo se resolvió. De inmediato me puse a trabajar con Marcelo Figueras en el guión y fijamos fecha de rodaje para marzo de este año y, como verás, cumplimos”, asegura.
“Me parece un mundo sacado de un relato de John Cheever, las historias de cuarentones exitosos, que han dedicado toda su vida a lograr algo, y cuando lo consiguen descubren que en realidad no tienen nada, que lo logrado no significaba tanto”, adelanta. “Ni bien abrí la novela encontré una cita de El zoo de cristal, de Tennessee Williams, que dice «La acción de esta comedia se sitúa en aquel momento en que los estadounidenses se matricularon en una escuela para ciegos». Dije, bueno, acá hay una clave fantástica, para hablar de un sector social y de un momento tan particular de la Argentina como el del estallido del 2001. Una historia acerca de qué quiere decir ganar o perder, una radiografía social”.

Vidas privadas

“Hay algo que encuentro parecido en mis dos últimas películas”, dice convencido. “En El método mostramos a estos personajes en su vida profesional. En Las viudas… es al revés: nos metemos en sus casas y en sus intimidades, mientras apenas intuimos como es su cuestión profesional. Sus apuestas de vida son muy parecidas”, piensa en voz alta. “El método era grupal, Las viudas… es coral. No se trata de historias que se entrecruzan, como en Magnolia. Es una sola historia, que involucra a muchos personajes, y por eso mismo de ser coral es que necesita excelentes actores. Es una suerte de comedia burguesa con aire de thriller a lo Chabrol…”, explica.
“En las cuatro películas que hicimos en diez años nuestra relación, tanto profesional como personal, se fue afianzando –confiesa Sbaraglia-, de una manera aguda y feroz. Se trata de cuatro etapas diferentes en mi vida y en mi profesión. Esta quinta significa continuar este proceso de crecimiento”.
“Siempre espero con ansiedad trabajar con Marcelo. Tengo la certeza de que algo así va a suceder. Al terminar una película con él siento que cuando tenga algo para mi me va a llamar y me va a decir que soy de la partida. Se que me ofrecerá una buena historia y la oportunidad de lucirme”, asegura Echarri, reciente protagonista, en teatro, de The Pillowman. “Es una energía que funciona. Me potencia mucho la confianza que se da entre nosotros. Las mejores cosas que he hecho fueron con Marcelo. No lo puedo intelectualizar”, insiste, y vuelve a cargar contra la TV. “Creo que tiene que ver con el paso inexorable del tiempo: necesito algo que me represente mejor, como actor y como hombre. La televisión ofrece un ritmo de relato repetitivo más fácil de vender, que no me permite reflejar personajes con matices. Estoy cansado de que en TV tenga que ponerme siempre el mismo traje. El cine y el teatro son un camino certero a lo que quiero ser. Se que siempre hay una puerta abierta, pero tiene que aparecer un proyecto. Por ahora quiero hacer buen teatro, buen cine. Me doy cuenta de que no hay necesidad de estar en TV sobre todo cuando no la TV no tiene nada para contar”, dice. “El Tano y su esposa Teresa (Celentano) conforman una pareja perfecta, a emular, la imagen del éxito. Parece una pareja perfecta y se ocupan de exponer esa imagen… pero las apariencias engañan”, piensa del personaje para el que fue elegido por Piñeyro.
“Trabajar con Marcelo es trabajar en equipo, que es como se hace cine aquí. En España la cosa es más piramidal… quizás los directores más jóvenes se parezcan un poco. Me gusta más de esta manera: me permite crecer”, agrega Sbaraglia, quien en la medida que su hija también crece, se acerca cada vez más a su país, como ocurrió en 2008, cuando rodó aquí El corredor nocturno, que dirigió Herrero con Miguel Angel Solá, y la miniserie Epitafios 2. A pesar de los pasajes caros, para mi España y Argentina son un gran territorio. Estoy tratando de priorizar trabajos acá, de volver, pero sin cerrar puertas”, afirma.
“¿Mi personaje? Roni es la antítesis del Tano. Se quedó sin su puesto gerencial hace cuatro años, es decir fuera del sistema. Observa el mundo al que perteneció desde afuera, con una máscara más liviana, cínica y cáustica, que lo ayuda a sobrellevar el no pertenecer más al grupo de los exitosos. Dice verdades con una media sonrisa. Es el contrapunto constante, que fuerza a la reflexión Trata de entender cómo hacen los otros para sentirse bien”

Ckaudio D. Minghetti

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