25 mar 2009

Héctor Olivera sueña con El mural

Héctor Olivera vuelve a la carga. A cuatro años del estreno de Ay Juancito, en la que reconstruyó a Juan Duarte, un personaje vinculado a la política argentina del segundo mandato de Juan Perón en la década del 50 deja momentáneamente de lado su proyecto La bandolera inglesa, acerca de las andanzas de Elena Greenhill en Chubut, a principios del siglo XX, para embarcarse en otra aventura. El mural tendrá como protagonistas a Natalio Botana, propietario del diario Crítica, su esposa, la escritora y poeta anarquista y feminista Salvadora Medina Onrubia, el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros y su mujer, la uruguaya Blanca Luz Brum, quienes fueron los que tuvieron arte y parte en el mural –“Ejercicio plástico”- al que refiere el título, pintado por Siqueiros en 1933 en un sótano de la quinta Los Granados propiedad del empresario periodístico y que, luego de muchas idas y venidas, tras una compleja restauración, será expuesto a partir de 2010 en una sala subterránea de la ex aduana Taylor de Buenos Aires, a espaldas de la Casa Rosada, sobre Paseo Colón. Olivera habla de esta película que se rodará y, probablemente, se estrenará este año.
-¿Porqué este proyecto?
-A los dieciocho años comencé a trabajar en Estudios Baires como asistente de Eduardo Bedoya, quien había sido subdirector y administrador de Crítica y hombre de confianza de su creador, Natalio Botana, a quien llamaban “el Hearst argentino”. Con el antecedente de El ciudadano, clásico entre clásicos, pretender hacer un film como ese hubiera sido un despropósito. Luego me apasionó la historia de su esposa, Salvadora Medina Onrubia, de quien había oído muchas anécdotas no sólo de Bedoya sino también de Julio y Delia Paracca, empleados en los Estudios y que, habiendo trabajado en Crítica, conocían muy bien a los Botana. Y, sobre todo, una extensa charla que tuve, en 1955 en La Paz, Bolivia, con Poroto Botana, autor después de un libro muy esclarecedor: Memoria, tras los dientes del perro. Pero una película que debía comenzar a principios de siglo, con un Botana participando de las luchas orientales entre blancos y colorados, exiliándose en Buenos Aires y comenzando como peón y luego periodista para fundar Crítica en 1913 con todo lo que le ocurrió hasta su muerte, resultaba un proyecto costosísimo por la reconstrucción de diferentes épocas. Y además una historia muy localista para un cine argentino que no puede acometer películas de gran envergadura si no es en coproducción o con preventa internacional.
-Qué fue lo decisivo?
-Años después, a partir de la lectura de Confieso que he vivido, la autobiografía de Pablo Neruda, asocié a la quinta Los Granados –que yo había conocido muy bien y donde incluso había filmado- con Neruda y Federico García Lorca, sino también y principalmente, con David Alfaro Siqueiros y su bellísima mujer, la escritora y poetisa uruguaya Blanca Luz Brum. En ese momento se gestó la historia: las pasiones que se desataron en Los Granados entre esos personajes, además del personaje de Pitón, el hijo mayor de los Botana, protagonista de un hecho trágico. Pasiones que se vivían arriba mientras el pintor trabajaba en el sótano pintando un mural que ha estado guardado en containers durante dieciséis años pero que ha sido rescatado por gestión de la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y será restaurado y mostrado al mundo a partir del 25 de Mayo de 2010.
- ¿Será una película de interiores?
-Hay un decorado principal, Los Granados para el cual hemos decidido con Emilio Basaldúa, director de arte de la película, filmar el parque y la planta baja en un escenario natural y construir en estudios la planta alta con pasillo y dormitorios. Otro decorado importante es el diario Crítica con el despacho de don Natalio en particular, que hoy es una dependencia de la Policía Federal. No sabemos todavía como resolver este escenario. Varios otros incluyen el despacho presidencial, porque el general Agustín P. Justo era muy amigo de Botana, el salón de Asociación Amigos del Arte, adonde Siqueiros fue invitado por Elena Sansinena de Elizalde y Victoria Ocampo a dar conferencias, la sede del Partido Comunista, el teatro Avenida donde se reestrenó Bodas de sangre, en fin muchos escenarios naturales muy variados por cierto.
-¿Qué significa una película “cara” en la actualidad?
-Hay ciertas películas que con un costo de cien mil pesos ya son muy caras porque su único destino posible es el Tita Merello. Hay otras que con un costo de varios millones cuentan con un presupuesta razonable ya que sus posibilidades son internacionales.
-¿Cuánto costaría en la actualidad La Patagonia rebelde?
-Calculo que tres millones de dólares.
-¿Es posible el cine de época en la Argentina?
-Una de las dificultades que enfrenta el cine argentino es que ya no existen calles de época. En San Telmo, por ejemplo, no hay una sola cuadra que no esté asfaltada o con veredas embaldosadas y postes de luz de cemento. Otro gran problema es la falta de utilerías teatrales. Por ejemplo: quienes alquilaron cientos de armas para La guerra gaucha pensaron que era más negocio venderlas una por una a coleccionistas o casas de antigüedades. Si un decorador va a alquilar muebles o armas a San Telmo le piden un ojo de la cara.
-¿En qué se diferencian los presupuestos de La bandolera inglesa de El mural?
-La bandolera… exige siete intérpretes de habla inglesa, además de la protagonista que debe ser lo suficientemente importante como para que detrás de ella vengan los millones necesarios para hacer la película. Luego de intentar la vía de Europa, inicié gestiones –que siguen lentamente en marcha- en una Hollywood donde, cuando me preguntaron el presupuesto y yo dije cinco millones (de dólares) me contestaron: “Esa película no se puede hacer por menos de diez”. A lo que repliqué: “SI me consiguen diez, yo los gasto”. En cine no hay nada más fácil que gastar dinero sobre todo si es ajeno.
En cambio, El mural es una película más acotada. En lugar de doce semanas de rodaje serán ocho, en lugar de trasladar ochenta personas durante dos meses por toda la Patagonia serán cincuenta por Buenos Aires y alrededores.

Claudio D. Minghetti

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