“La habitación”, del cineasta l dublinense Lenny
Abrahamson, es una de las grandes sorpresas
entre las nominadas al Oscar de la Academia de Hollywood a la producción 2015,
en este caso aspirante a varias de las mejores estatuillas, las correspondientes a filme, director,
guión adaptado y actriz.
La sorpresa principal es que, a lo que significa que
“Revenant: El renacido”, que se llevó doce candidaturas sea de un director
mexicano que, además, ya ganó los mejores premios en 2015 y podría convertir a
su director Alejandro G. Iñárritu en el tercero en línea de su país, se suma
otra propuesta con sello foráneo.
Pero no suficiente con ser una producción extranjera, con
dirección de un irlandés, “La habitación” tiene como una de sus
características principales no ser un
ser un “espectáculo de feria”, un estilo bastante frecuentado en el cine
estadounidense de los últimos tiempos signado por los efectos especiales.
Como producción, “La habitación” es un ejemplo curioso:
en materia de respaldo, por detrás están Canadá, donde se rodó, pero también
Irlanda, de donde es originario de su director; y el lugar donde transcurre es
algún lugar impreciso de Estados Unidos, igual que la nacionalidad de sus
figuras centrales.
La trama es dura, inspirada en muchos casos que se han
dado en la última década, referidos a mujeres secuestradas durante años,
incluso por padres, sometidas sexualmente, incluso con hijos de esas relaciones,
que casi milagrosamente consiguen sortear ese cautiverio y volver al mundo, con
todo lo que esto significa.
Leonard (Lenny) Abrahamson es irlandés, y acredita una carrera
con varios títulos, una lista que comienza con “Adam & Paul”, de 2004 e
incluye otros tres largometrajes que
preceden a “La habitación”, uno de los nueve candidatos al Oscar de Hollywood en
el rubro a mejor filme, y de los más acotados cinco a mejor director.
Hay algunos puntos interesantes en la historia, de la
ahora guionista Emma Donoghue, autora de la novela en que está basado, que se
vio en pantalla por primera vez en el Festival de Telluride en septiembre de
2015 y estrenado un mes más tarde, recibió un caluroso recibimiento de la
crítica y finalmente cuatro nominaciones.
El relato está partido al medio, la primera mitad dentro
de la habitación a la que se refiere en principio el título, la segunda en otro
espacio acotado, pero esta vez en lo que significan las consecuencias
postraumáticas de esa situación que viven mujeres y niños frente a las
actitudes perversas de quienes las someten.
No hay un antes en la historia, que comienza ya adentro
de ese encierro, una especie de casa de de jardín con puerta blindada, ninguna
ventana y solo un tragaluz, su único contacto con el exterior, y tampoco queda
claro, por largo rato, el vínculo original de la mujer con el carcelero de su muy
precaria supervivencia.
No hay golpes bajos, sino todo lo contrario, y esa calma
se complementa con una quizás excesiva pulcritud –léase limpieza- en el lugar,
a excepción de un minúsculo roedor y algunas cosas poco claras respecto a la
educación de un niño que nunca ha tenido otro contacto con el exterior que lo
que pudo ver en TV por cinco años.
Otro apunte acertado es haber dado al niño un aspecto
femenino, espejo de su madre al punto de que es posible confundir su sexo, y
por ejemplo apenas insinuar la
promiscuidad que significa para un niño ser testigo de la relación sexual de su
madre con el hombre que los tiene encerrados, que podría haber sido un golpe
bajo.
La huida, un poco naif, precede a una vuelta a la
supuesta vida normal con los padres de la chica, uno de ellos William H. Macey,
un abuelo que no acepta a ese nieto producto de una relación turbia, precede a
una reinserción, que incluye algunas reuniones con un psicoterapeuta, que ayuda
a recomponer las cosas.
La propuesta tiene un discurrir calmo que, si bien no
ofrece demasiadas sorpresas, tiene un lenguaje claro, directo, que se sostiene
por un montaje que no permite la tensión baje hasta el último momento, ni
siquiera en esa bisagra que significa la huida del pequeño, muy bien resuelta,
sin que recurra a malabarismo alguno
La actriz Brie Larson, egresada del American Conservatory
de San Francisco, que actualmente tiene 27 años, la edad de la joven que
interpreta, empezó a trabajar en telefilmes del Disney Channel y canta hace más
de una década, ya fue premiada con el Golde Globe, el Critic’s Choice Movie
Award, nominada al Bafta y al SAG.
Sin embargo es el niño Jacob Tremblay el que se compra el
relato, primero porque, si bien de a ratos parece contado en primera persona,
tiene un protagonismo clave; segundo porque no es para nada sencillo encarnar a
niño que nació y vivió por cinco años fuera del discurrir normal de la vida, y
lo hace con asombro talento.
Si bien competir con títulos fuertes, entre los restantes
siete “Revenant: El renacido” o “En primera plana”, además de nombres como los
de Ridley Scott y Steven Spielberg, entre ellos, la presencia de “La
habitación” en esta lista habla de la necesidad de dar los Oscar una apertura
que supieron tener y puede volver.
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