Mucho se habla en la Argentina del cine en relación a la responsabilidad del Incaa en sus resultados tanto cualitativos como cuantitativos y en especial dentro de este último aspecto, relacionados con su recaudación, como si los resultados económicos fuesen la única medida a tener en cuenta cuando se habla de producción cultural.
Al cine nacional se le puede objetar un millón de cosas, como se le pueden objetar a muchas otras cinematografías, pero lo que no se puede hacer es pensar que esas debilidades son pura y exclusivamente patrimonio del cine local. Lo mismo ocurre con las políticas de Estado apropósito del tema y con las formas de aplicación de las mismas. Pero hay que tener bien presente, que la única verdad es la realidad. Y la realidad indica que en la Argentina se produce al año alrededor de medio centenar de películas en soporte fílmico de 35 mm., y otras tantas o más en soportes digitales, que a las salas llegan alrededor de 80 de estos títulos repartidos en salas de todo tipo y con toda la variedad de precios de entradas existentes, que desde el estados solo se manejean un puñado de salas para su exhibición y que en casi su totalidad, estas producciones tienen pocas posibilidades de despliegue publicitario, frente al cine norteamericano que no solo dispone de todas las ventajas de marketing internacional, sino que cuentan con fondos suficientes para campañas descomunales y, como si esto fuese poco, con la complicidad de los grandes circuitos de exhibición (multipantallas) que desaniman la idea de que un film nacional pueda colarse en los shopings cuando hay una fuerte presión de los blockbusters en los que ellos mismos además de bandera, tienen intereses comerciales concretos.
No se puede seguir discutiendo a esta altura del partido, la necesidad de una Ley de Cine y un organismo que vele por su cumplimiento, así como la necesidad de que este apoye a todo el cine local, con particular atención por lo independiente y lo nuevo, que lo guíe a través de jurados responsables, idóneos y sobre todo despojados de intereses que puedan enturbiar sus fallos. No se puede seguir gastando espacio en algunos medios poniendo en tela de juicio la necesidad de que el cine argentino, espejo de todos nosotros, siga existiendo aún cuando la marea del cine norteamericano amenaza con convertirse en un verdadero tsunami.
El Incaa, a diferencia del Teatro Colón, no subsidia a las producciones del cine local con fondos del erario público sino que lo hace con un impuesto especialmente creado a tal fin, que es apenas el 10 % del precio de cada entrada, y del aporte de la TV en materia publicitaria (a través del Confer). Este fondo es el que es derivado a créditos blando y subsidios a muchas producciones que es importante aclarar casi sin excepción son ninguneadas por las grandes empresas distribuidoras (las extranjeras en su totalidad) y por los circuitos, en particular los multipantallas.
Es cierto: solo un puñado de películas son consumidazas por masas importantes de espectadores (cinco o seis al año) y muy de vez en cuando se da un batacazo, pero no obstante es claro que la popularidad del cine local incluso fronteras adentro, justifica la inversión y la pérdida. A los 50.000.000 de pesos que se invierten en películas que aquí son vistas por alrededor de 3.000.000 de espectadores locales se contrapone la “perdida” que significa el Colón, al que concurre una élite más bien reducida de espectadores (aquí no se pone en tela de juicio su condición social ni nada que tenga que ver con su filiación ideológica). En ninguno de los dos casos puede objetarse “pérdida”. Si al cine local, o a parte de las producciones locales hay quienes le objetan su falta de claridad a la hora de los números en relación a su calidad, es simplemente porque el cine está más expuesto a ese tipo de careos. El Colón, precisamente al ser patrimonio de un grupo de entendidos, no es tan fácil de analizar, ni de poder descubrir en los papeles cuales son su zonas débiles, críticas o simplemente corruptas. Que las hubo, las hay y probablemente existirán siempre, solo basta googlear las palabras corrupción+teatro+colón y se tendrá una clara respuesta al respecto. El resultado es 1.600.000 entradas. Suponiendo que muchas se referirán a otros “teatros colones”, podemos restar 600.000 y tendremos nada más ni nada menos que 1.000.000. Probemos ahora con la suma Incaa+corrupción, y tendremos solamente 26.000. Probemos entonces corrupción+cine+argentino y tendremos 44, relacionadas con argumentos de películas
Es que hay tontos que siguen repitiendo como loros que el cine argentino, así definido como una cosa abstracta, es un símbolo de la de corrupción o viveza criolla, al que todavía le tienen más fastidio desde que depende de administraciones que apoyan la producción de nuevo cine, en vez de tomarlo como lo que verdaderamente es: fuente de orgullo de todos los argentinos, apreciado en el mundo entero, en innumerables festivales, y exhibido en muchos casos con muy buena respuesta de público en plazas de las más importantes ciudades, en circuitos muchas veces comerciales.
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