18 jun 2009
Adios a Alejandro Doria
Juan Carlos Ricardo Rosales, tal como se llamaba en realidad Alejandro Doria, nació el 1° de noviembre de 1936 en Buenos Aires. Se recibió de perito mercantil e ingresó a la facultad de Ciencias Económicas, no obstante al terminar el primer año, abandonó la carrera y marchó con rumbo a Estados Unidos, donde se perfeccionó en televisión. A su vuelta, fue locutor, actor de teatro independiente y de TV, y se desempeñó como periodista en diferentes medios, hasta que en 1960 comenzó a escribir, poner en escena y producir programas para la pantalla chica. En cuanto a dirección en TV, su primer programa como director, compartido con Nicolás del Boca, fue La sombra, protagonizado por María Rosa Gallo, emitido por Canal 13, dentro del ciclo El Show Rambler. También con Del Boca codirigió Cuatro mujeres para Adán, Los solteros del 10°.C, y Dos en la multitud, y como solista, Nuestra galleguita, Adorable profesor y Jugar a morir, antes de iniciarse con el ciclo Alta comedia, en 1971, por Canal 9. Más tarde serían Papá corazón, con Andrea del Boca, y Pobre diabla, con Soledad Silveyra y Arnaldo André, con libro de Alberto Migré.
En la década del 70 fue director teatral, de puestas como Plaza Suite y El último de los amantes ardientes, ambas de de Neil Simon, entre otras.
La televisión, y muy en especial Canal 9, se convirtió en su segundo hogar.
En cine comenzó su carrera con Los años infames (1974), de acuerdo a un libreto de Jose Dominiani, producida por el sello Glori-Art, con Rodolfo Bebán a la cabeza, película que debió enfrentar al Ente de Calificación, presidido entonces por Miguel P. Tato, que exigió numerosos cortes, que Doria no aceptó. Cuatro años más tarde, en 1978, la película fue estrenada como Proceso a la infamia, con un montaje ajeno. A esta película siguió Contragolpe (1978), hecha por encargo, adaptación de la serie de TV División Homicidios, de Canal 9, en cuyo guión colaboró Marco Denevi, con elenco encabezado por Osvaldo Terranova. La película fue un éxito comercial, y le permitió a Doria encarar su primer proyecto personal, La isla, que devino un profundo análisis sobre la soledad de un grupo de marginados que purga sus carencias afectivas en un hospicio, en especial la de un recien internado y su amor otra paciente del lugar que finalmente es dada de alta, donde deslizó algunas claves que lograron eludir a la censura de entonces. A esta siguió Los miedos, como la anterior escrita en colaboración con Juan Carlos Cernadas Lamadrid, en la que volvió al lenguaje alambicado, útil a la hora de decir todo aquello que los censores estaban acostumbrados a vetar. La película fue tan exitosa que tuvo una secuela televisiva dos años después titulada Nosotros y los miedos.
En 1982, procedió a la adaptación de Los pasajeros del jardín, original de Silvina Bullrich, un relato más o menos autobiográfico de la escritora, con eje en su relación con Marco Dupont, quien enfermó de cáncer y murió al poco tiempo de convertirse en el amor de su vida, para la que eligió a Graciela Borges y Rodolfo Ranni como protagonistas.
Una vez recuperada la democracia, Doria, como en sus anteriores incursiones en el cine desde La isla, en sociedad con Diana Frey (con ella conformó la sociedad productora Rosafrey), se puso manos a la obra con Darse cuenta (1984), aguda reflexión acerca del país moribundo al que sin embargo hay que apoyar para sobrevivir, metáfora que tuvo como eje a un joven accidentado, desahuciado por los médicos del hospital público al que fue a parar, y la relación de este con un médico fracasado que quiere redimir su pasado. La película recibió el Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina.
A esta variación acerca del “tema argentino” siguió Esperando la carroza, adaptación de la pieza teatral homónima de Jacobo Langsner, que en clave de grotesco, observo a distintos arquetipos argentinos, por cierto muy singulares. Como ya era su costumbre, Doria manejó a la perfección la trama coral y a actores de primerísimo nivel, como Luis Brandoni, Betiana Blum, Mónica Villa y Antonio Gasalla, entre otros.
Su película posterior fue Sofía, con protagónico de Dora Baret, de acuerdo a un argumento original del director de fotografía Miguel Rodríguez y coescrita con Jacobo Langsner, acerca de Pedro, un adolescente interpretado por Alejandro Milrud, que conoce a Sofía, encarnada por Baret, una mujer de mediana edad cuya pareja fue desaparecida durante la dictadura militar, a la que ayuda y con quien establece con una relación afectiva. La última página de este capítulo de cine fue Cien veces no debo, de acuerdo a una pieza de tono corrosivo firmada por Ricardo Talesnick (el mismo de La fiaca) acerca de la convulsión que causa en una familia bastante formal de clase media la noticia de que la hija adolescente, interpretada por Andrea del Boca, está embarazada de alguno de sus amnates pero no sabe de quién, razón suficiente como para que sus padres inicién una búsqueda por momentos peripatética. Con esta película Doria abriría un paréntesis con el cine.
Muchas cuestiones tuvieron que ver con que dejara de filmar después de Cién veces no debo por más de dieciséis años. La primera con un problema lumbar que por poco lo deja inmóvil, y un proceso de rehabilitación que pudo superar con mucha paciencia. El otro que desde 1990 la producción cinematográfica empezó a complicarse y ya en 1995, para algunos cineastas tal es su caso, se tornó aún más difícil. El surgimiento del Nuevo Cine Argentino, con su refrescante descontracturación y sus propuestas innovadoras, comenzó a preocupar a los cineastas más veteranos. En todo ese tiempo, Doria hizo televisión, el medio en el que se inició y creció. Una vez sufrida una operación de columna y con dificultades en el andar, entre 1990 y 1992 dirigió Atreverse, producida por Gustavo Yankelevich para Canal 9, ciclo que recibió seis premios Martín Fierro en distintos rubros, uno de cuyos episodios, que el presidente de entonces consideró tenía algo que ver con su vida íntima (a esa altura pública del conflicto-escándalo entre Carlos Saúl Menem y su esposa Zulema Yoma) le valió un juicio por desacato a la investidura presidencial. Casi al mismo tiempo hizo Los especiales de Alejandro Doria, que le valieron nuevos premios, léase premios Marín Fierro personales. Su último trabajo en TV fue la remake de El Rafa, en 1997, es decir una década y media después del original dirigido por Diana Alvarez por el 9. A pesar de que el ciclo, con Arturo Puig, Paola Krum. Ingrid Pellicori y Gastón Pauls, alcanzó picos de rating de hasta 22 puntos, Doria decidió darlo por concluido a los seis meses de comenzado.
“Un año después, en 1998, dejé de fumar y a los tres meses me rompí una pierna, la cabeza de fémur y la cadera. Lo que sufrí no lo puedo contar”, reccordaría. Después dictó clases de actuación y cámara, le ofrecieron media docena de películas que rechazó, hasta que finalmente, en 2004, al cumplirse la primera década del atentado contra la Amia, fue uno de los cineastas que participaron de 18-J, un compilado de cortos gestados como homenaje a las víctimas de aquel duro golpe todavía no resuelto. En el suyo, titulado Vergüenza, Susú Pecoraro hace un conmovedor monólogo apropósito de la responsabilidad que le cupo al presidente de entonces, Carlos Saúl Menem en ese atentando a la mutual judía que enlutó a la sociedad argentina.
La vuelta ocurrió en un momento clave, en la que el cine comercial como el que él estaba acostumbrado a hacer, estaba debilitado. Su versión de la vida-obra del padre sanador Giuseppe Mario Pantaleo, titulada Las manos, reunió a Jorge Marrale (a quien había dado un empujón con Darse cuenta), con Graciela Borges (que había conocido en Los pasajeros…). El resultado no fue solo una película rigurosa y exitosa más, sino una suma de premios nacionales (Cóndor de Plata a vestuario de la Asociación de Cronistas, Sur a película, director, actriz, actor, dirección artística, vestuario, de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, por ejemplo), sino internacionales, entre ellos el Goya, de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España y el del público en el Festival de Huelva.
La neumonía crónica que también solía ocasionarle problemas incluso durante sus periodos de trabajo intenso,terminó deteriorándolo al punto de ocasionarle la muerte, el 17 de este mes. Tenía en carpeta un nuevo proyecto, Tuya, basado en el libro de Claudia Piñeiro, para el que había elegido como protagonista a Erica Rivas.
Un documental, en postproducción, reconstruye su historia, incluso a través de quienes lo conocieron. Se titula simplemente Doria, y lo dirigió Diego Alvarez.
En una entrevista (firmada por Veronica Bonacchi en el diario La Nación, el 25 de marzo de 1997), Doria dijo que "Yo no sé si nací para ser director de televisión o de cine. Pero todo lo hago por amor propio. Para demostrar que puedo. Eso ha sido el motor de mi vida. Por eso, el 80 por ciento de mi vida ha sido el trabajo. He sido y soy un lobo solitario: no me casé, no tuve hijos. Llevo diez o doce años en los que ni recuerdo haber vivido. Sólo me veo trabajando, grabando, editando. Lo cual es grave, pero uno sobrevive como puede. Y yo pude".
Claudio D. Minghetti
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