A
los 71 años, el 25 de diciembre de 2016, a poco de terminar la cena
familiar en su casa de San isidro, y además en vísperas de su
cumpleaños número 72 -el 27- murió el director cinematográfico
Eliseo Subiela, autor de obras emblemáticas como “Hombre mirando
al sudeste”, “El lado oscuro del corazón” y “No te mueras
sin decirme adónde vas”, entre muchas otras que supieron tener el
aplauso tanto de la crítica como del público, incluso un par de
plagios de la industria de Hollywood.
Entrenado
en el mundo del cine publicitario de la década del 60, ese mismo de
donde surgió, por ejemplo, Fernando Ezequiel Solanas, supo aportar
al cine algunos títulos que sorprendieron por su audacia y su forma
de abrevar en la observación del amor y la pasión, y también de la
vida, que en las últimas tres décadas, lo expuso al final, que
finalmente sobrevino ayer.
En
1963, Subiela dirigió su primer cortometraje, “Un largo silencio”,
un documental acerca del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, con las
voces de María Vaner y Lautaro, y dos años después “Sobre todas
estas estrellas”, protagonizado por la entonces juvenil Nené
Morales, no obstante habría de pasar mucho tiempo para llegar a su
primer largometraje.
Subiela fue, además, asistente de dirección de Leonardo Favio en su filme "Crónica de un niño solo" y de Armando Bó, en "La mujer del zapatero", entre otros, que le sirvieron como un acercamiento importante al mundo del cine no necesariamente publicitario.
Precisamente
a finales de la década del 60, y ya avanzada la Revolución
Argentina, tal como se llamó al quiebre institucional encabezado por
Juan Carlos Onganía, Subiela fue parte del grupo de diez cineastas
que dirigieron “Argentina Mayo de 1969: Los caminos de la
liberación”, entre ellos Solanas, Nemesio Juárez y los
desparecidos Enrique Juárez y Jorge Cedrón.
En
ese trabajo, mezcla de imágenes de conflictos sociales y
testimonios, se recortó el episodio que imaginó y concretó
Subiela, “Didáctico sobre las armas del pueblo”, se inicia con
imágenes de miseria, con el tema “Gracias a Dios”, por Palito
Ortega, para luego convertirse en un instructivo, con bastante humor,
acerca de como se hace una bomba incendiaria molotov.
Tras
el cortometraje que solía proyectarse por separado antes de las
funciones -clandestinas- de “La hora de los hornos”, de Solanas y
Octavio Getino, habría de pasar una década para su debut en el
largometraje, que fue con la discreta, pero muy prolija, “La
conquista del Paraiso”, rodada en Misiones en la frontera con
Brasil, con Arturo Puis y Kátia D'Angelo.
Tras
ese propuesta que cosechó algunos elogios pero poco público,
Subiela se dedicó a preparar su su segunda, y esta vez si, gran
apuesta fuera de los cánones habituales de producción, que resultó
“Hombre mirando al Sudeste”, en 1986, la historia de un
misterioso interno que un día aparece en el Hospital Borda y asegura
ser un extraterrestre con curiosos poderes.
El
relato, que tuvo como figuras centrales al también artista plástico
Hugo Soto y a Lorenzo Quinteros, como el psiquiatra al que le toca
este paciente y termina revolucionado por él, sorprendió a todos
por igual y dio a Subiela la categoría de gran descubrimiento, autor
de una ficción fantástica que no solo mereció el Premio Goya sino
la envidia de Hollywood.
A
tal punto fue la atracción de esta historia que mucho asociaron a la
de un ex combatiente de la guerra por Malvinas, que Hollywood tentó
a Subiela a irse allí a seguir su carrera, propuesta que el director
rechazó con una memorable carta-solicitada en la que no compartía
la idea de renunciar a su identidad y a un futuro con su familia en
la costa californiana.
Subiela no aceptó dirigir allí una nueva versión de "Hombre..." y en Hollywood, expeditivos, se la plagiaron no una sino dos veces: la primera fue "Mr. Jones", de 1993 y con Richard Gere, donde el guión de Eli Roth olió, y mucho, a primer plagio, con sexo del psiquiatra cambiado por el de una mujer, obvio para un inevitable romance, interpretada por Lena Olin.
El segundo fue "K-Pax", en 2001, de Iain Softley, con Kevin Spacey y Jeff Bridges, en los papeles de Soto y Quinteros, que fue por más y terminó siendo de hecho una copia al carbón y esto llevó a Subiela a enjuiciar a la producción del filme a la distancia que, finalmente, habría llegado a un arreglo con el Argentino y resarcirlo, al menos económicamente.
Subiela no aceptó dirigir allí una nueva versión de "Hombre..." y en Hollywood, expeditivos, se la plagiaron no una sino dos veces: la primera fue "Mr. Jones", de 1993 y con Richard Gere, donde el guión de Eli Roth olió, y mucho, a primer plagio, con sexo del psiquiatra cambiado por el de una mujer, obvio para un inevitable romance, interpretada por Lena Olin.
El segundo fue "K-Pax", en 2001, de Iain Softley, con Kevin Spacey y Jeff Bridges, en los papeles de Soto y Quinteros, que fue por más y terminó siendo de hecho una copia al carbón y esto llevó a Subiela a enjuiciar a la producción del filme a la distancia que, finalmente, habría llegado a un arreglo con el Argentino y resarcirlo, al menos económicamente.
Tras
"Hombre.." Subiela abordó "Ultimas imágenes del
naufragio" (1989), "El lado oscuro del corazón"
(1992), "No te mueras sin decirme adónde vas" (1995),
cuando ya enfrentó sus primeros síntomas de una afección cardíaca,
que en varias ocasiones lo pusieron entre la espada y la pared,
"Despabílate amor" (1996), que rozó lo retro y "Pequeños
milagros" (1997).
La experimentación volvió con "Las aventuras de dios" (2000), y con un hombre y una mujer atrapados en un viejo hotel de la década del 30, y en plena crisis de 2001, que lo azotó personalmente con el "corralito", salió nuevamente a la carga con una fallida segunda entrega de "El lado oscuro del corazón", con casting argentino-español.
Su paso por la televisión incluyó la serie "Historias de no creer", cuatro episodios titulados "Angel", "Relaciones carnales", "El destino de Angélica" y "Qué risa la muerte", para volver al cine con "Lifting del corazón" (2005), y las muy valiosas "El resultado del amor", con Sofía Gala y Guillermo Pfening y "No mires para abajo", con Antonella Costa.
En 2009, y con la obsesión puesta en lo efímero de la vida y en la búsqueda de una segunda oportunidad, presentó "Rehén de ilusiones" y tres años más tarde su última obra, "Paisajes devorados", un falso documental sobre tres noveles directores que quieren retratar a un cineasta interno del Borda, interpretado por el verdadero Fernando Birri.
Al promediar la década del 90, el cineasta abrió un centro de enseñanza, la Escuela Profesional de Cine de Eliseo Subiela, en el barrio de Belgrano, con docentes como Miguel Angel Rocca, Dieguillo Fernández, Rodolfo Denevi, Daniel Pensa y Daniel Pires Mateus, entre muchos otros, y una productora de sus filmes y de otros colegas.
El ganador del Cóndor de Plata a mejor director en tres oportunidades, estaba preparando un nuevo largometraje, "Corte final", con Miguel Angel Solá y Selva Alemán, según había anticipado un homenaje al cine al que él mismo amó con pasión toda su vida.
Amores imposibles, utopías, riesgo estético, audacia para encarar temas muy vinculados con la vida y la muerte, poesía, a veces propia, otras tomadas de Oliverio Girondo, como "Espantapájaros" o "Interlunios"; de Mario Benedetti, como "Rostro de vos" y "Corazón coraza", y de Juan Gelman, como "Poco se sabe" y "Sefiní", en "El lado oscuro del corazón", que lo marcaron a fuego.
Con la partida de Subiela queda el recuerdo de una obra importante para el momento en el que le tocó surgir, primero con absoluta rebeldía, pero en especial la madurez que permitió descubrir era posible romper esquemas y lo hizo en la vuelta a la democracia todavía fresca, con rigor, con su gran metáfora acerca de la locura y, como si fueses poco, con la poesía del alma.
La experimentación volvió con "Las aventuras de dios" (2000), y con un hombre y una mujer atrapados en un viejo hotel de la década del 30, y en plena crisis de 2001, que lo azotó personalmente con el "corralito", salió nuevamente a la carga con una fallida segunda entrega de "El lado oscuro del corazón", con casting argentino-español.
Su paso por la televisión incluyó la serie "Historias de no creer", cuatro episodios titulados "Angel", "Relaciones carnales", "El destino de Angélica" y "Qué risa la muerte", para volver al cine con "Lifting del corazón" (2005), y las muy valiosas "El resultado del amor", con Sofía Gala y Guillermo Pfening y "No mires para abajo", con Antonella Costa.
En 2009, y con la obsesión puesta en lo efímero de la vida y en la búsqueda de una segunda oportunidad, presentó "Rehén de ilusiones" y tres años más tarde su última obra, "Paisajes devorados", un falso documental sobre tres noveles directores que quieren retratar a un cineasta interno del Borda, interpretado por el verdadero Fernando Birri.
Al promediar la década del 90, el cineasta abrió un centro de enseñanza, la Escuela Profesional de Cine de Eliseo Subiela, en el barrio de Belgrano, con docentes como Miguel Angel Rocca, Dieguillo Fernández, Rodolfo Denevi, Daniel Pensa y Daniel Pires Mateus, entre muchos otros, y una productora de sus filmes y de otros colegas.
El ganador del Cóndor de Plata a mejor director en tres oportunidades, estaba preparando un nuevo largometraje, "Corte final", con Miguel Angel Solá y Selva Alemán, según había anticipado un homenaje al cine al que él mismo amó con pasión toda su vida.
Amores imposibles, utopías, riesgo estético, audacia para encarar temas muy vinculados con la vida y la muerte, poesía, a veces propia, otras tomadas de Oliverio Girondo, como "Espantapájaros" o "Interlunios"; de Mario Benedetti, como "Rostro de vos" y "Corazón coraza", y de Juan Gelman, como "Poco se sabe" y "Sefiní", en "El lado oscuro del corazón", que lo marcaron a fuego.
Con la partida de Subiela queda el recuerdo de una obra importante para el momento en el que le tocó surgir, primero con absoluta rebeldía, pero en especial la madurez que permitió descubrir era posible romper esquemas y lo hizo en la vuelta a la democracia todavía fresca, con rigor, con su gran metáfora acerca de la locura y, como si fueses poco, con la poesía del alma.
Se lo va a extrañar.
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