¿Qué es más importante:
haber llevado a las salas a la mayor cantidad de público de la historia del
cine nacional, superando incluso a éxitos como "Juan Moreira",
"Nazareno Cruz y el Lobo", "El santo de la espada" o
"El secreto de sus ojos", con más de 3.5 millones de espectadores, y
de esa forma haber recaudado solo aquí, una millonada de dólares en 3 meses, o
haberse convertido en un espejo nacional?
Una respuesta inteligente podría afirmar "las
dos cosas", porque como bien lo aseguraba una frase muy elocuente acuñada
hace casi una década desde el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales,
"Un país sin cine es como una casa sin espejos".
Una verdad que no es de perogrullo es que el cine argentino, hace ya más de una década, es variado y ofrece un abanico de alternativas, que van acomodándose en tiempos de crisis de ideas a nivel mundial para dar lugar a un frente común de cines emergentes.
Los primeros 11 minutos de "Juan Moreira", que Leonardo Favio estrenó en 1973, cuando comenzaba la primavera camporista y se avecinaban tiempos de lucha, traiciones, desilusiones, tragedias y muerte, parecen conformar un episodio no acreditado de "Relatos salvajes", pero cuatro décadas antes, con una anécdota tomada de un siglo y medio atrás, claro, con un tono solemne, casi de iglesia.
Este gaucho llamado Moreira va en reclamo de una deuda por trabajos cumplidos y solo consigue, tras una mentira flagrante (dicen que firmó un recibo cuando es analfabeto), recibir torturas, que avivan su sed de revancha y que, de hecho lo convertirán en un salvaje, siempre menos infame que los que generaron tanta miseria y tantos males: "Me rebela el ser testigo de tanta hambruna y pobreza", recitaba la voz en off del personaje, encarnado por Rodolfo Bebán.
¿Qué pasó entre aquel éxito de 1973, cuando la gente estaba dispuesta a saber de qué se trataba vivir todo aquello que le había sido postergado por dos décadas, y este 2014, para que aquellos varios millones de espectadores se convirtieran en más todavía, con una propuesta que como aquella tiene la característica de ser espejo de nosotros mismos, sea su trama parte del mito o de la realidad?
Moreira fue, es y será un drama descarnado que atraviesa los tiempos, y nos define tan contradictorios como somos, a veces buenos y a veces malos, a veces inteligentísimos, otras, poco menos que tontos, apurados por esa vida que como decía Favio es "tan cortita y linda", mientras que "Relatos..." es un álbum que sintetiza, en seis episodios, nuestras deseos prohibidos y miserias, las de todos los días, las de la injusticias, las de las canalladas, las de las impotencias.
La sociología, los historiadores, seguramente, asociarán estos tiempos con la película más exitosa, porque hay alguna razón que une, dará una respuesta a todos estos interrogantes dentro de algún tiempo, cuando los José Pablo Feinmann o Darío Sztajnzsrajber del futuro, la analicen en un programa que, quizás, se emita por un medio todavía no inventado.
Sin embargo hoy el cine argentino que nos toca está en buena medida representado tanto por "Relatos salvajes" con sus tres millones y medio de espectadores solo aquí, que se replicarán en cada lugar donde se proyecte, aunque a algunos les cueste entender su extremo localismo, porque si hay algo que está en su ADN, es argentina hasta el tuétano.
En camino a ser definitivamente audiovisual, el cine argentino llega ahora a un momento clave, de definiciones y nuevos caminos, que incluyen las producciones para la pantalla hogareña que nacen de la gran potencia que da al medio el surgimiento de la televisión abierta digital, con todo el efecto comunicacional-cultural que significa.
Una verdad que no es de perogrullo es que el cine argentino, hace ya más de una década, es variado y ofrece un abanico de alternativas, que van acomodándose en tiempos de crisis de ideas a nivel mundial para dar lugar a un frente común de cines emergentes.
Los primeros 11 minutos de "Juan Moreira", que Leonardo Favio estrenó en 1973, cuando comenzaba la primavera camporista y se avecinaban tiempos de lucha, traiciones, desilusiones, tragedias y muerte, parecen conformar un episodio no acreditado de "Relatos salvajes", pero cuatro décadas antes, con una anécdota tomada de un siglo y medio atrás, claro, con un tono solemne, casi de iglesia.
Este gaucho llamado Moreira va en reclamo de una deuda por trabajos cumplidos y solo consigue, tras una mentira flagrante (dicen que firmó un recibo cuando es analfabeto), recibir torturas, que avivan su sed de revancha y que, de hecho lo convertirán en un salvaje, siempre menos infame que los que generaron tanta miseria y tantos males: "Me rebela el ser testigo de tanta hambruna y pobreza", recitaba la voz en off del personaje, encarnado por Rodolfo Bebán.
¿Qué pasó entre aquel éxito de 1973, cuando la gente estaba dispuesta a saber de qué se trataba vivir todo aquello que le había sido postergado por dos décadas, y este 2014, para que aquellos varios millones de espectadores se convirtieran en más todavía, con una propuesta que como aquella tiene la característica de ser espejo de nosotros mismos, sea su trama parte del mito o de la realidad?
Moreira fue, es y será un drama descarnado que atraviesa los tiempos, y nos define tan contradictorios como somos, a veces buenos y a veces malos, a veces inteligentísimos, otras, poco menos que tontos, apurados por esa vida que como decía Favio es "tan cortita y linda", mientras que "Relatos..." es un álbum que sintetiza, en seis episodios, nuestras deseos prohibidos y miserias, las de todos los días, las de la injusticias, las de las canalladas, las de las impotencias.
La sociología, los historiadores, seguramente, asociarán estos tiempos con la película más exitosa, porque hay alguna razón que une, dará una respuesta a todos estos interrogantes dentro de algún tiempo, cuando los José Pablo Feinmann o Darío Sztajnzsrajber del futuro, la analicen en un programa que, quizás, se emita por un medio todavía no inventado.
Sin embargo hoy el cine argentino que nos toca está en buena medida representado tanto por "Relatos salvajes" con sus tres millones y medio de espectadores solo aquí, que se replicarán en cada lugar donde se proyecte, aunque a algunos les cueste entender su extremo localismo, porque si hay algo que está en su ADN, es argentina hasta el tuétano.
En camino a ser definitivamente audiovisual, el cine argentino llega ahora a un momento clave, de definiciones y nuevos caminos, que incluyen las producciones para la pantalla hogareña que nacen de la gran potencia que da al medio el surgimiento de la televisión abierta digital, con todo el efecto comunicacional-cultural que significa.
Szifrón metió el dedo en la llaga tanto cuando
estrenó su filme como en las vísperas, cuando en un programa de TV sorprendió a
los caretas con una conclusión que los reaccionarios de siempre recibieron como
un cachetazo porque encerraba una fuerte verdad y, si hay un signo que puede
definir su última opus, ese es el del realismo apenas subido un tono.
La ubicación en el Festival de Cannes, nada menos que su única noche de sábado, el aplauso de la crítica internacional, la polémica generada en ese lugar sagrado y la expectativa finalmente traducida en una recaudación sin precedentes para el cine nacional, acompañada por el aplauso, son la síntesis de lo que significa.
La aseveración "Un país sin cine es como una casa sin espejos" permite una paráfrasis igual de contundente; un país sin espejos es no refleja su identidad, y si hay algo que ha logrado "Relatos salvajes" es mostrarnos a algunos de nosotros en la pantalla sin medias tintas, desatados, sacados, descosidos, desencadenados, justos o no, tal como somos, o quizás, como algunos nos fuerzan a ser. (publicado en Telam)
La ubicación en el Festival de Cannes, nada menos que su única noche de sábado, el aplauso de la crítica internacional, la polémica generada en ese lugar sagrado y la expectativa finalmente traducida en una recaudación sin precedentes para el cine nacional, acompañada por el aplauso, son la síntesis de lo que significa.
La aseveración "Un país sin cine es como una casa sin espejos" permite una paráfrasis igual de contundente; un país sin espejos es no refleja su identidad, y si hay algo que ha logrado "Relatos salvajes" es mostrarnos a algunos de nosotros en la pantalla sin medias tintas, desatados, sacados, descosidos, desencadenados, justos o no, tal como somos, o quizás, como algunos nos fuerzan a ser. (publicado en Telam)