Con un repunte de público, concentrado en media docena de producciones, el cine argentino sigue dando que hablar, este año con 70 largometrajes, la mayoría aprobada con buenas calificaciones por la crítica y los jurados de numerosas muestras en todo el mundo.
En mayo, los directores de cine (a través de Directores Argentinos Cinematográficos, una de las principales entidades que los nuclear) logro que la presidenta Cristina Fernández enriqueciera la Ley de Propiedad Intelectual con la decisión de considerar a los directores como autores de sus obras, lo que les permitirá de ahora en más recibir un porcentual de la explotación comercial de sus películas, una medida que los cineastas venían reclamando hace medio siglo.
El cine local logró, además, otro viejo reclamo, incluido en la polémica, no obstante aprobada, Ley de Medios Audiovisuales que establece una nueva cuota de cine nacional en la TV abierta y por cable, y el organismo que guía la legislación de fomento junto con el Sistema de Medios lanzó el IncaaTV, que desde marzo de 2010 emitirá cine principalmente argentino. El año comenzó su buena fortuna con dos buenas óperas primas en tono de comedia romántica, tales los casos de Amorosa Soledad, de Victoria Galardi y Martín Carranza y Música en espera, de Hernán A. Goldfrid, en simultáneo con la vuelta de Carlos Sorín, quien para la intensa y en extremo poética La ventana optó por volver a los actores profesionales. Continuó con valiosos y muy diferentes aportes documentales, por ejemplo Süden, de Gastón Solnicki, acerca de Mauricio Kagel, y Mundo Alas, de León Gieco, Fernando Molnar y Sebastián Schindel, para llegar a abril con la esperada El niño pez, de Lucía Puenzo, que sin embargo no logró ni el aplauso ni la repercusión de su anterior XXY. Ese mismo mes Historias Breves V permitió descubrir la potencia de una docena de nuevos realizadores, entre ellos Gastón Rothschild, autor del excelente Un juego absurdo, y en mayo El asaltante y La sangre brota revelaron la demoledora fuerza juvenil del cine propuesto por Pablo Fendrik, uno de los nombres más prometedores del último cine local.
En mayo, Días de mayo, del rosarino Gustavo Postiglione viajó por primera vez al mundo estudiantil del rosariazo y El artista, de Gastón Duprat y Mariano Cohn sorprendió por su aguda mirada a un mundo –el de las artes plásticas- en el que se mezclan, peligrosamente y como en la vida misma, verdades y mentiras.
En junio, El documental Parador Retiro, usando un lenguaje renovado, mostró que es posible registrar la realidad con la misma fuerza que puede hacerlo una ficción, gracias a la mirada de su director, el debutante Jorge Leandro Colás, mientras que Teresa Costantini revivió la Argentina de finales del siglo XIX en Felicitas, acerca de la trágica historia de la niña rica Felicitas Guerrero, con altibajos pero con una indudable capacidad para reconstruir con precisión un momento de nuestro pasado. Por su parte Celina Murga ratificó con Un fin de semana solos, su seductora transparencia a la hora de contar historias pequeñas. Una curiosidad: gracias a une beca –la Rolex- que la directora ganó, la película tuvo como presentador, en los créditos iniciales, nada menos que a Martin Scorsese.
Pandemia de gripe A mediante, postergaciones de estrenos esperados para las vacaciones de invierno y revolución en los circuitos de exhibición, hubo que esperar hasta agosto para que la vuelta de Juan José Campanella a la pantalla grande después de cuatro años se convirtiera, por diferentes motivos, en el suceso del año. El secreto de sus ojos, obra de una solidez inobjetable, devino por mérito propio en un éxito tanto de crítica como de público, un fenómeno prácticamente olvidado para el cine argentino, que desde entonces se repite en cada lugar donde es proyectada. Campanella dio muestras, una vez más, de ser por ahora el único cineasta capaz de hacer equilibrio entre arte e industria, quizás uno de loos desafíos más grandes que el invento de los hermanos Lumiere tiene que resolver desde que Hollywood lo hizo suyo. Sus 2.500.000 de espectadores hablan a las claras de que arte e industria pueden, si bien en contadas ocasiones, convivir sin conflicto, y a pesar de la crítica de mente estrecha para la que poco importa esa calificación tan necesaria para el cine no precario en términos de producción.
En agosto también llegaron propuestas alentadoras, como Mentiras piadosas, en la que Diego Sabanés jugó a intercambiar piezas de varios relatos de Julio Cortázar con actuaciones sobresalientes. Y también los premios Cóndor de Plata, de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, nueve de ellos para Aniceto y Leonardo Favio, un grande al que la vida viene dando duros golpes y quien a pesar de todo sigue en la lucha
Ya en septiembre Pino Solanas continuó su serie testimonial con Tierra sublevada: oro impuro y Marcelo Piñeyro consiguió buena respuesta de público con su versión de Las viudas de los jueves, apoyado en un elenco con gran peso mediático. Ese mes, en San Sebastián, la película de Campanella resultó un éxito de crítica y de público como nunca antes había ocurrido con un film argentino. Aún así, se fue con las manos vacías. Poco importa ya que en los tres primeros días de su estreno español (tres días), la película recaudó el dinero suficiente como para cubrir la tercera parte de lo que costó. Una vez más, el público se ríe de los lauros en festivales y las premia con su aplauso y su dinero, cosa de que los productores sigan apostando por esos directores. Marcelo Piñeyro reunió a un elenco de fuerte atractivo mediático en su versión para cine de Las viudas de los jueves, tomado del best seller de Claudia Piñeiro, con algunas libertades de adaptación para algunos buenas para otros desafortunadas. Más allá de esa discusión sin sentido, la película de Piñeyro es una de las más logradas de su carrera, y en buena medida tiene que ver con la elección de un grupo de actores que parecen de medida, entre ellos Pablo Echarri, que hace gala de su talento para el cinismo, así como Ana Celentano. El corredor nocturno es una película más española que argentina. La dirigió Gerardo Herrero, el autor del relato en que se basa es uruguayo, y sus dos figuras centrales han sido en los últimos tiempos adoptados por el cine español, tales los casos de Miguel Angel Solá y Leonardo Sbaraglia. Más allá de estas apreciaciones típicas en tiempos de la globalización, la película es bastante más afortunada que algunas anteriores del cineasta, quizás la mejor de su carrera, producto de un buen guión y en especial de dos magníficas actuaciones, en especial la de Solá como el villano arquetípico imaginado en la novela original.
Cuestión de principios, de Rodrigo Grande y el dibujo animado en 3D Boogie, el aceitoso, recuperaron con rigor obras escritas y dibujadas de Roberto Fontanarrosa, las independientes Castro, de Alejo Moguillansky y Todos mienten, de Matías Piñeiro, se destacaron fuera de los circuitos convencionales, mérito que también demostraron el documental Unidad 25, de Alejo Hoijman acerca de un delirio carcelario tomado de la realidad argentina y El último verano de la Boyita, de Julia Solomonoff, que ratifico el talento de la autora de la recordada Hermanas.
No fue un año de grandes números sino de un solo gran número, pero si un año de buen promedio en cuanto a calidad incluso de respuesta, más allá de los altibajos. Quien espere que de la noche a la mañana el público local vuelva a ver cine nacional se equivoca. Más que preocupación, esta realidad merece ocupación. La botella, de a poco, comienza a llenarse. No es poco.
Claudio D. Minghetti
LAS MAS TAQUILLERAS
• EL SECRETO DE SUS OJOS (2.500.000)
• LAS VIUDAS DE LOS JUEVES (550.000)
• PAPA POR UN DÍA (500.000)
• ESPERANDO LA CARROZA 2 (350.000)
• MUSICA EN ESPERA (200.000)
• FELICITAS – CUESTION DE PRINCIPIOS (100.000)
La lista sigue con El corredor nocturno, Anita y Boogie, el aceitoso, con 50.000/70.000, entradas cada una.
En total este grupo suma más de 4.200.000. Se estima que el cine argentino habrá vendido en 2009 más de 4.500.000 de entradas
INDUSTRIA NACIONAL
• En febrero se reconoce a los directores de cine como autores de sus obras a través de un decreto reglamentario de la ley de Propiedad Intelectual
• Entre enero y diciembre se estrenan 89 largometrajes, la mayoría en circuitos comerciales convencionales y en formato 35 mm.
• En agosto se anuncia la salida –en 2010- del IncaaTV, canal público satelital dedicado a cine principalmente nacional y también al regional.
• Una película nacional –El secreto de sus ojos- alcanza los 2.500.000, de espectadores, convirtiéndose en el film local más exitoso de los últimos 30 años. En sus tres primeros días de exhibición en España, recaudó un tercio de su costo (2.500.000 dólares)
• Otros temas fueron: el cine nacional como fuente de empleo para 50.000 personas; la Unión Industrial Argentina pide al Poder Legislativo otorgue la categoría “de interés industrial” al cine local, el mercado Ventana Sur (en sociedad con el Marché du Film de Cannes) ofreció en Buenos Aires y para su comercialización más de 200 largometrajes nacionales.
DATOS
• Del total de 89 estrenos que tuvieron lugar entre enero y diciembre, 64 fueron películas de ficción y 25 documentales, 65 en 35 mm. 24 en formato digital
• Las dos películas más taquilleras son adaptaciones de novelas también exitosas
• Dos películas adaptaron a Roberto Fontanarrosa: la comedia Cuestión de principios, de Rodrigo Grande y el dibujo animado (el único nacional de 2009, y el primero en 3D), Boogie, el aceitoso, de Gustavo Cova
• En agosto, Aniceto, de Leonardo Favio, se llevó 9 de los 22 premios Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas de Cine de la producción 2008, mientras que dos semanas atrás El secreto de sus ojos, un total de 13 de los 17 premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, a la producción 2009.
• Varios directores volvieron a rodar, para estrenar en 2010: Israel Caetano, Daniel Burman, Pablo Trapero, Héctor Olivera, Juan José Jusid, Juan Bautista Stagnaro, Jorge Polaco, Fernando Spiner, Juan Carlos Desanzo, Alejandro Chomski y Carlos Galettini, entre otros.
Los estrenos argentinos del 2009
1 de enero
El ratón Pérez 2 (2008)
Dirigida por Andrés G. Schaer
31 de enero
Roud Muvi (2008) *
Dirigida por Dafnis Smith y Alejandro Welsh
5 de febrero
Caja cerrada (2008) *
Dirigida por Martín Solá (doc.)
El tango de mi vida (2008) *
Dirigida por Hernán Belón (doc.)
5 de marzo
Regreso a Fortín Olmos (2008) *
Dirigida por Patricio Coll y Jorge Goldemberg (doc.)
Rodney (2008)
Dirigida por Diego Rafecas
Amorosa Soledad (2008)
Dirigida por Victoria Galardi y Martín Carranza
6 de marzo
Como estar muerto (2009) *
Dirigida por Manuel Ferrari
12 de marzo
La ventana (2009)
Dirigida por Carlos Sorín
19 de marzo
Hielos míticos (2008)
Dirigida por Daniel O. Bazán (doc.)
Música en espera (2009)
Dirigida por Hernán A. Goldfrid
Cartas a Malvinas (2007) *
Dirigida por Rodrigo Fernández
26 de marzo
Mundo alas (2008)
Dirigida por León Gieco, Fernando Molnar y Sebastián Schindel (doc.)
2 de abril
Esperando la carroza 2 (2009)
Dirigida por Gabriel Condron
Los últimos (2009) *
Dirigida por Miguel Mirra (doc.)
9 de abril
El niño pez (2009)
Dirigida por Lucía Puenzo
16 de abril
Historias breves 5 (2009)
Dirigida por Gastón Rothschild, Adriana Yurcovich, Laura Durán, Lía Dansker, Laura Citarella, Magalí Bayon, Martín Ladd, Fernando Saviamarina, Benjamín Naishtat y Sebastián Caulier
Los ojos cerrados de América Latina (2008) *
Dirigida por Miguel Mirra (doc.)
El asaltante (2006)
Dirigida por Pablo Fendrik
30 de abril
Manuel de Falla, músico de dos mundos (2009)
Dirigida por José Luis Castiñeira de Dios
Los marinos del pueblo (2009) *
Dirigida por Carlos Alberto Pico y Miguel Ángel Curci (doc.)
7 de mayo
Luisa (2009)
Dirigida por Gonzalo Calzada
14 de mayo
La sangre brota (2008)
Dirigida por Pablo Fendrik
21 de mayo
Días de mayo (2009)
Dirigida por Gustavo Postiglione
Porotos de soja (2009) *
Dirigida por David Blaustein y Osvaldo Daicich (doc.)
28 de mayo
El artista (2008)
Dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn
Los 100 días que no conmovieron al mundo (2009)
Dirigida por Vanessa Ragone y Víctor Ramos (doc.)
4 de junio
Haroldo Conti, homo viator (2009)
Dirigida por Miguel Mato (doc.)
Tomatito y los Angelitos Negros (2008) *
Dirigida por Roberto Corvatta
5 de junio
Iraquí Short Films (2008) *
Dirigida por Mauro Andrizzi (doc.)
11 de junio
Felicitas (2009)
Dirigida por Teresa Costantini
Una semana solos (2008)
Dirigida por Celina Murga
Parador Retiro (2008)
Dirigida por Jorge Leandro Colás (doc.)
18 de junio
Toda la gente sola (2009)
Dirigida por Santiago Giralt
25 de junio
¡Me robaron el papel picado! (2009)
Dirigida por Aníbal Di Salvo
2 de julio
Return to Bolivia (2008) *
Dirigida por Mariano Raffo (doc.)
16 de julio
100% lucha, el amo de los clones (2009)
Dirigida por Paulo Soria y Pablo Parés
6 de agosto
La asamblea (2009) *
Dirigida por Galel Maidana (doc.)
Imagen final (2008)
Dirigida por Andrés Habegger (doc.)
Algún lugar en ninguna parte (2008)
Dirigida por Víctor Dínenzon
Papá por un día (2009)
Dirigida por Raúl Rodríguez Peilá
13 de agosto
El secreto de sus ojos (2009)
Dirigida por Juan José Campanella
De Malvinas a Chavez hacia la segunda Independencia (2009) * Dirigida por Daniel Vaca Narvaja (doc.)
20 de agosto
Mentiras piadosas (2008)
Dirigida por Diego Sabanés
27 de agosto
Anita (2009)
Dirigida por Marcos Carnevale
3 de septiembre
Legión, tribus urbanas motorizadas (2006) *
Dirigida por José Campusano
El hombre que corría tras el viento (2009)
Dirigida por Juan Pablo Martínez
Los chicos desaparecen (2007) *
Dirigida por Marcos Rodríguez
4 de septiembre
El sueño del perro (2007)
Dirigida por Paulo Pécora
10 de septiembre
Tierra sublevada: oro impuro (2009)
Dirigida por Pino Solanas (doc.)
Las viudas de los jueves (2009)
Dirigida por Marcelo Piñeyro
17 de septiembre
El vestido (2008)
Dirigida por Paula de Luque
Entrenamiento elemental para actores (2008) *
Dirigida por Federico León y Martín Rejtman (doc.)
24 de septiembre
Homero Manzi, un poeta en la tormenta (2008)
Dirigida por Eduardo Spagnuolo (doc.)
Cuestión de principios (2009)
Dirigida por Rodrigo Grande
1 de octubre
Marea de arena (2009) *
Dirigida por Gustavo Montiel Pagés
2 de octubre
Novak (2009) *
Dirigido por Andrés Andreani (doc.)
4 de Octubre
Castro (2009) *
Dirigida por Alejo Moguillansky
Todos mienten (2009) *
Dirigida por Matías Piñeiro
8 de octubre
Nunca estuviste tan adorable (2009)
Dirigida por Mausi Martínez
El último mandado (2007) *
Dirigida por Fabio Junco y Julio Midú
15 de octubre
Los Angeles (2009)
Dirigida por Juan Baldana
Unidad 25 (2008)
Dirigida por Alejo Hoijman (doc.)
Vil romance (2008)
Dirigida por José Campusano
Miserias (2009)
Dirigida por César Albarracín
Fantasmas de la noche (2009)
Dirigida por Santiago Carlos Oves
22 de octubre
Boogie, el aceitoso (2009)
Dirigida por Gustavo Cova
Horizontal/Vertical (2008)
Dirigida por Nicolás Tuozzo
29 de octubre
El corredor nocturno (2009)
Dirigida por Gerardo Herrero
Una rosa sobre el piano (2008) *
Dirigida por Luca Giuggia
5 de noviembre
La extranjera (2008)
Dirigida por Fernando Díaz
Tres deseos (2009)
Dirigida por Vivian Imar y Marcelo Trotta
El torcán (2008)
Dirigida por Gabriel Arregui
Chicha, esperanza y dolor (2008) *
Dirigida por Rosa Teichman y Guillermo Tancepolsky (doc.)
12 de noviembre
El último verano de la Boyita (2009)
Dirigida por Julia Solomonoff
Alicia y John, el peronismo olvidado (2009)
Dirigida por Carlos Castro (doc.)
Sangre del Pacífico (2009)
Dirigida por Boy Olmi
19 de noviembre
La invención de la carne (2009)
Dirigida por Santiago Loza
26 de noviembre
Fantasma de Buenos Aires (2008)
Dirigida por Guillermo Grillo
Poema de la salvación (2009)
Dirigida por Brian Dublin
3 de diciembre
Aparecidos (2007)
Dirigida por Paco Cabezas
Gallero (2009)
Dirigida por Sergio Mazza
El Amarillo (2006)
Dirigida por Sergio Mazza
El último aplauso (2009)
Dirigida por German Kral (doc.)
10 de diciembre
Cartas para Jenny (2007)
Dirigida por Diego Musiak
Puentes (2009)
Dirigida por Julián Giulianelli
Nosotras que todavía estamos vivas (2009)
Dirigida por Daniel Cini (doc.)
17 de diciembre
Silencios (2009)
Dirigida por Mercedes García Guevara
* Estrenos en formato digital
20 dic 2009
24 nov 2009
Apropósito de festivales: San Sebastián, Biarritz y... Mar del Plata
1.San Sebastián 2009
La crisis llegó a España, o mejor dicho a toda Europa. El festival de San Sebastián no fue ajeno a esta coyuntura que tanto da que hablar en los últimos tiempos. El coletazo final del gobierno de George W. Bush se ve día a día en algunos medidores que, quien viene siguiendo la realidad de aquel país en los últimos años lo detecta y bastante rápido. Si bien ya en la anterior entrega del festival donostiarra hubo un toque de atención acerca de cómo la realidad económica podía notarse en la ciudad más exquisita de la península, esta edición de 2009 fue mucho más clara. El festival tuvo alguna caída de esponsoréo. Por ejemplo la Fundación Altadis (que depende de la empresa que fabrica los cigarrillos Ducados) se abrió tras una larga unión con la muestra. Su aporte fue reemplazado por el de La Caixa, pero aún así la baja
sustancial en el total a invertir significó, por ejemplo, que el festival no comenzara un jueves sino un viernes, y que por ejemplo no se realizarán ni encuentro de apertura, ni gran fiesta de cierre. Cabe recordar que en las dos entregas inmediatas anteriores su uso como escenario el gran palacio Miramar, por el que corrieron cientos de litros de todo tipo de bebidas, y comidas exquisitas desde el anochecer hasta poco menos del amanecer. Varios cientos de invitados colmaban los salones, bailaban y se divertían a lo grande en jardines que balconean nada menos que la famosa Concha, sobre el Adriático. Esta vez, la fiesta brilló pero por su ausencia. Parece que lo signos de los tiempos que corren tienen que ver con un proceso de recesión que, es de esperar, al menos no avance.
Ajustes
En cuanto a despliegue escénico, se notó un poco menos de inversión, no obstante dos alfombras rojas, como la vez anterior, en coincidencia con la reinaguración del teatro Victoria Eugenia, fueron centro noche a noche del desfile de invitados de todas las películas en competencia, así como de los importantes de la paralela Zabaltegi y de las funciones especiales y homenajes, que fueron centro de atención de fotógrafos y cámaras de TV locales y del resto de Europa. Argentina es, después de la misma España, quien más atención presta a este festival, con un gran número de periodistas acreditados (ocho medios este año).
Estrellas, si, las hubo. En el primer día estuvieron Brad Pitt y Quentin Tarantino presentando, Bastardos sin gloria, pero no fueron los únicos previstos. Pasemos revista: Laurent Cantet, presidente del jurado oficial, secundado por John Madden y Samira Makhmalbaf, el canadiense Atom Egoyan, que estuvo presente en la competencia con Chloe, su última propuesta, un verdadero fiasco. También se los vio a Maribel Verdú, ganadora del Premio Nacional de Cinematografía, un día después a Antonio Skarmeta, Ricardo Darín y al director de la película que los reunió, El baile de la victoria, el prolífico aunque desparejo Fernando Trueba, a François Ozon, que cada vez hace menos honor a la calidad de sus primeras películas, esta vez con Le refuge, protagonizada por Louis-Ronan Choisy e Isabelle Carre, más argentinos, en este caso Juan José Campanella y Soledad Villamil, que se sumaron al primer arribado Darín y al local Javier Godino, por El secreto de sus ojos, que se convirtió en el film más elogiado por el público y los críticos españoles presentes en la muestra, no obstante no se llevaría premio alguno,
Chiara Mastroianni y Christophe Honoré, por Making Plans for Lena, que paso sin pena ni gloria. No ocurrió lo mismo con la espléndida superproducción china Ciudad de vida y muerte, una verdadera sorpresa para un país del que en occidente no se conoce su producción cinematográfica.
Get Low, es una producción norteamericana que deviene, seguramente, de algún compromiso no público. Una de las razones, seguramente, es la presencia del cine norteamericano con una película no particularmente de sello independiente a ultranza, ya que cuenta con la presencia de Robert Duvall. Aún así, su hechura es de acuerdo al molde de las películas de Hallmark la hizo inviable a la hora del reconocimiento público, de la crítica y del jurado a la hora de los premios. Todo lo
contrario de Hadjewich, de Bruno Dumont, una película cuidadosamente
elaborada acerca de los fanatismos, para el caso el cristiano o el musulmán,
llevados a últranza. El director de obras memorables como El empleo del tiempo logró un film que va de lo conmovedor a lo exasperante, un desafío a la quietud del espectador, que se ve sacudido no solo por el estruendo sino por lo que se esconde, en silencio, por detrás, y tiene que ver con la locura, otro de los signos de los tiempos que corren.
Yo, también, la película que tiene como eje a un treintañero con síndrome de down y su posibilidad de vivir como cualquier otro sin esa problemática, conmovió al público y, evidentemente, al jurado, que premio esa actuación de un auténtico down por encima del resto de los actores que interpretaban papeles bien diferentes a sí mismos. Es evidente de que se trató más de un premio “al ser down” que “al interpretar a un down”, y eso, por más positiva que pueda leerse la película por el público bienpensante, no es del todo serio para un jurado de festival de cine. Alla ellos.
La mujer sin piano es una típica película de esas que solo pueden funcionar bien en festivales. La historia con eje en una mujer que de buenas a primeras cambia de identidad y, es posible, de personalidad, es un cuento que ya ha sido abordado en diversas películas. Casi un ejercicio de escuela de cine, la película de Javier Rebollo no pasa de ser un producto prolijo pero demasiado esquemático, y con final abierto. Nada nuevo bajo el sol.
Y finalmente llegó otro fiasco, en este caso un producto de múltiples nacionalidades, aunque finalmente se trate de una película catalana. Los condenados, de Isaki Lacuesta, cuenta la reunión de un grupo de ex guerrilleros del norte argentino, en el mismo lugar en el que vivieron un momento clave su clandestinidad, y qué es lo que ocurre en cada uno de ellos a la hora de revelar la verdad que cada uno sabe y expone crudamente aquello hechos. Lástima que los directores piensen que se puede generar esos enfrentamientos con situaciones algo burdas. Una pena, además, el grupo de actores convocados: Arturo Goetz, Daniel Fanego, Leonor Manso y Nazareno Casero, entre otros, sometidos a diálogos confusos, que solo hablan de la confusión de los autores metidos con un tema que, por lo visto, los excede y mucho.
Como casi siempre ocurre, el resto de las secciones reunió una considerable cantidad de buenas propuestas, algunas vistas en festivales que ocupan posiciones anteriores en el calendario de festivales de primera “A”, igual categoría que luce el ubicado en la costa vasca peninsular.
En las paralelas se vieron, por ejemplo, las argentinas Francia, de Israel Adrián Caetano, con Natalia Oreiro, que lució –y brilló-como una diva (a estas alturas ya es una, me atrevo a decir) por la alfombra roja y el mismo día de la entrega de los palmares, donde se llevó una mención especial para su película, la
historia de un matrimonio divorciado forzado por las circunstancias a convivir, observado desde la mirada de su pequeña hija, autodefinida como Gloria, e interpretada con extrema soltura por Milagros Caetano, hija del realizador. También en los alrededores se vió La invención de la carne, una nueva experiencia del cine indie argentino, que reitera esquemas ya vistos, que no parecen tener demasiado sentido pero, al menos no resultan tan fanfarrones como el de otros casos.
¿Qué conclusión puede sacarse del 57° Festival de San Sebastián?. Una muy buena, para tener en cuenta: qué a pesar de las crisis se puede producir un festival como la gente. Muchos dirán “claro, con 6 o 7 millones de euros cualquiera puede hacerlo”. En buen porcentaje es una respuesta válida. Pero hay que aclarar que cualquiera también cualquiera podría despilfarrarlos. Solo con auténtico “rigor profesional” puede hacerse un festival de semejante tamaño. Y es más: gente como la que produce San Sebastián puede hacerlo con esa cifra y hasta quizás con menos. Pero hay que reconocer que si hay algo que caracteriza a los organizadores donostiarras es su rigor profesional, a prueba de crisis, no obstante tienen conciencia que un festival de ese tipo es excusa para promocionar una zona turística precisamente por su alto nivel, promocionar al país que está detrás de ese evento y porque no a sus películas, puesta a competir con otras de diferentes países que son consideradas como las mejores para salir al ruedo. La local La mujer sin piano, por ejemplo, ha competido aquí con Hadjewich y El secreto de sus ojos… no es poco. Ha quedado en claro y también que, seguramente, en 2010 vuelvan aquellos momentos postergados, lo que son para todo público y los que no, esos que permiten a los fotógrafos de las revistas de actualidad sacar unas cuantas fotos de esas que llaman “glamorosas” porque tal y cual fueron sorprendidos por un flash. Un sueño que en España, seguramente, tienen todos los que siguen el cine, cinéfilos, cholulos o gente común, porque para todos ellos están hechas las películas. Y no son pocos.
2.Ahora Biarritz
Hablar de Biarritz es un lujo. Y de la gente que lo hace también. Segundo ejemplo de que las crisis no hacen mella en la calidad de un festival cuando detrás de cámaras hay profesionales. Y aquí el mérito se lo llevan todos los que formaron parte de su staff. En cuanto a la muestra oficial, brilló por homogénea. Aquí se nota, y mucho, la buena mano de Jean-Christophe Berjón, director artístico de la muestra.
Sus diez títulos merecen la pena verse. De la Argentina estuvo Los paranoicos que, no obstante ya con algún tiempo encima, sigue atrayendo la atención en especial por el encomiable trabajo de Daniel Hendler. El relato en sí no es lo que se dice guau, peo al menos no es tan tedioso como el de otras propuestas recientes del cine argentino. Será por ese motivo que fue premiada. De nuestros vecinos chilenos sobresalió La nana, una deuda de estreno en Buenos Aires (no obstante se vió en una muestra de cine trasandino realizada en octubre). Su director, Sebastián Silva, demuestra tener en claro que es lo que quiso que su figura central –Catalina Saavedra- transmitiese, y lo consiguió. No fue la única chilena: Ilusiones ópticas, de Cristian Jiménez, rompió con el lenguaje tradicional. La suya es una película con códigos propios, algo que hasta ahora no se había visto en el cine chileno. Se la puede discutir, lo que hay que reconocer es audacia, y eso en un país tan estructurado a fin de cuentas como Chile, es todo un mérito. Del otro loado del Río de la Plata llegó El cuarto de Leo, de Enrique Buchichio, que indaga en la aventura de descubrimiento del personaje de marras, un chico que tiene algunas serias dudas acerca de la vida, y en especial acerca de su sexualidad, y por eso mismo sale a explorarla. En este caso la interpretación, del argentino Marcos Martínez, supera la calidad del cineasta debutante, quien, no obstante, resuelve con buena cintura el desafío. De arriba abajo en el continente, también estuvieron El cuerno de la abundancia, un relato coral del cubano Juan Carlos Tabío, en el que esta vez y a través de una serie de personajes con apellido similar, todos detrás de una supuesta herencia millonaria, cuenta la historia de la Cuba de hoy, que a 50 años de la Revolución, sufre todavía frustraciones que los obliga a emprender caminos insólitos para sobrevivir de una mejor manera. Si, Tabío es un director chapado a la antigua, como aquí lo era Alejandro Doria, pero no cabe dudas de que sabe cómo dirigir a actores, muchos y muy buenos. La película tiene claros referentes de obras corales clásicas, desde Bienvenido Mr. Marshall hasta Esperando la carroza, ambas clásicos de culto en Cuba. Y de todo ese elenco el que se lleva las palmas es Jorge Perugorría, de alguna forma la voz cantante del grupo, el único que puede hablar a cámara es decir al espectador, para compartir con él sus frustraciones y la de su entorno.
La mexicana Mariana Chenillo sorprendió a todos con su opera prima, Cinco días sin Nora. Comedia negra acerca de cómo una mujer judía, depresiva histórica, puede con su suicidio no solo llamar la atención de sus hijos sino también la de su ex marido, quien descubrirá que más allá de aquello que los separó, existen en su corazón motivos suficientes como para seguir amándola. Chenillo maneja a sus personajes como Daniel Burman lo hizo, por ejemplo, en El abrazo partido. Lo hace con humor, sentimientos e incluso nostalgia por lo que no fue. Ella también contó con un gran actor: Fernando Luján (ver Mar del Plata). También hubo dos colombianas. La primera y mejor, La pasión de Gabriel, la historia de un sacerdote para nada convencional, que debe luchar por la gente de su pueblo a pesar de ella misma, y en especial de los enfrentamientos entre quienes no lo ven con buenos ojos, los militares, los paramilitares y los guerrilleros de las Farc, con todas las contradicciones que surgen de esa puja no se sabe muy porqué. Aquí también hay un gran trabajo actoral, en este caso de Andrés Parra.
El otro colombiano es La sangre y la lluvia, que intenta, pero no lo consigue, ser una suerte de Taxi Driver de Medellín, alrededor de Jorge, el taxista, y Angela. Muy buena fotografía nocturna –de Juan Carlos Gil- pero nada que entusiasme demasiado.
Hubo otros dos Films, cada uno con sus particularidades.
Uno: La yuma, de la Francesa Florence Naguey, responsable de este film que rompe con veinte años sin cine en Nicaragua, en este caso el de una boxeadora de extrema pobreza y un estudiante de periodismo, ubicado en un sector social bastante diferente. Un amor que no puede ser por múltiples factores, pero muy especialmente por la diferencia de clases.
Dos: El brasileño Os famosos e os duendes da morte, de Esme Filho, es una suerte de experimento transgresor, acerca de un internauta fanático de Bob Dylan, en un pueblito alemán del Brasil rural, un mundo propio lleno de fantasías, incluso de apariciones que van más allá de la realidad. Un buen ejercicio, algo reiterativo, que sin lugar a dudas llamó la atención.
Entre los cortos, el que sin lugar a dudas se destacó fue el argentino Un juego absurdo, de Gastón Rothschild, que fue parte de Historias breves V, un verdadero hallazgo y la demostración que su director tiene mucho futuro por delante.
2. Y Mar del Plata…
Hace 13 años, cuando el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata volvía a la carga tras un paréntesis de 26, impulsado entonces por Julio Márbiz, un sinfín de críticas agoreras llegaron a poner en duda su realización cuando a mediados de ese mismo año no se conocía la programación, los jurados y mucho menos las grandes figuras que se supone todo festival de categoría “A” (según la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films, ahora presidida por el argentino Luis Alberto Scalella) debe mostrar sobre su alfombra roja. El encuentro de cine argentino, que logró ese status hace medio siglo gracias al esfuerzo de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, entonces con figuras como Enzo Ardigó, tuvo varios momentos importantes en esta última década, además de los logrados en la etapa refundacional.
Por entonces, lo recuerdo bien porque lo viví desde adentro, muchos definían a Márbiz como el peor de los demonios. Más allá de los juicios de cada uno, yo tengo el mío propio. No voy a juzgar a Marbiz desde un punto de vista ideológico porque no soy quien para hacerlo, solo que a veces coincidía con el respecto a algunas decisiones y otras no, pero siempre, y cuando digo siempre es siempre, se mantuvo ese respeto mutuo, en especial a la hora de reconocer límites. Si me piden un juicio con respecto al Festival, no queda otra que reconocer que lo recuperó, y que en esa tarea frente a la Fiapf, una buena mano se la dio Héctor Olivera, quien siempre tuvo un peso importante en esa entidad. Y también hay que agradecerle el haber reunido a gente que tenía muchas ganas de meterse en la aventura, como Juan Carlos Frugone, Oscar Barney Finn, Nicolás Sarquís y Javier Torre… Ah, y también al que suscribe.
Hay que reconocer además que en todos esos años hubo muy buenos jurados, muy buenas selecciones oficiales, y muchos invitados, así como los principales referentes de esos títulos. Y mucha prensa de todo el mundo. Pero bueno, eso terminó en 1999. Ya en 2000 llegaría Claudio España, con una idea personal del festival que imponía cambiar noviembre por marzo, que no aprovecho, su enfrentamiento en 2002 y su reemplazo por el cineasta jujeño Miguel Pereyra que pudo resistir con mucha dignidad los cinco años que prometió –y cumplió- duraría su paso por ese cargo.
Su gran logro llegó en 2005, cuando logró la meta de hacer oportuno equilibrio entre arte y glamour, tal como en la actualidad se interpreta esta última definición. Y llegó el final.
Pereyra se fue una noche, sin bombos ni platillos, un mes antes de que en el Incaa la gestión de Jorge Alvarez hiciera agua por los cuatro costados
La última idea que tuvo Alvarez antes de dimitir a su cargo como presidente del Incaa, tras una breve y para nada afortunada gestión a finales de de 2007, fue el nombramiento del veterano cineasta José Antonio Martínez Suárez -30 años mayor que su predecesor- al frente de la muestra marplatense. Este aprovechó los últimos cambios del Bafici apenas tomó las riendas del gobierno de Buenos Aires Mauricio Macri, y convocó no sólo a quien lo dirigía –primero había pensado en Sergio Wolf, pero Macri se le adelantó y por eso recurrió a Fernando Martín Peña- sino aceptó que Mar del Plata fuese un clon del festival porteño, confundiendo a locales y extranjeros por igual. El costo del Mar del Plata de 2008 fue muy alto (dicen que superior a los 9.000.000 de pesos) y el resultado fue, a la vista, pobre. Repercursión cero.
Mientras los festivales de igual categoría del mundo se reciclaban, aun las crisis, para no bajar de la calidad alcanzada tanto en prosperidad económica como en materia de cine por mostrar, Mar del Plata entró en un cono de silencio. Tras un achique sustancial en su estructura, en marzo se anunció que la edición que su edición número 24 sería respaldada por un ente tripartito –nacional de parte del Incaa, provincial, a través del Instituto Cultural Bonaerense y, finalmente, de la municipalidad marplatense-, decisión que fue festejada como positiva. Nadie suponía entonces que el calendario electoral patearía el tablero. Mar del Plata contó entonces en firme con los fondos del Incaa destinados desde un principio a esta muestra (alrededor de 2.500.000 pesos, y así fue). Más tarde, aseguraron, que se acoplaban los de provistos por la gobernación y el municipio, en iguales partes. Si estuvieron, no se notaron. Quizás hubiesen servido para traer esa tres o cuatro figuras tan necesarias para la prensa local e internacional.
En el Incaa, la principal preocupación ya era el mercado Ventana Sur, con sede en Harrods. Bien que hacían: Mar del Plata solo tiene pasado, Ventana Sur solo tiene futuro, y allá vamos.
Algunos nombres importantes fueron invitados a “la feliz”, pero la mayoría, a último momento, se excusó. En la conferencia de prensa previa a la muestra, Martínez Suárez leyó una lista de personajes a los que se les había invitado “por mail” (sic), que nunca respondieron.
El listado de 14 películas en competencia no aportó nada significativo nuevo. No obstante fue bueno, mejor que el inmediato anterior. Las dos argentinas, Francia, de Israel Adrián Caetano, venía de participar en Venice Days (donde no compitió) y en San Sebastián, donde apareció en la paralela Horizontes Latinos, donde se llevó una mención de último momento. Vikingo , de Campusano, una nueva transgresora –no obstante muy desprolija- obra del cineasta quilmeño, más tiene que ver con el Bafici que con una muestra como esta. Curioso pero no objetable: recibió una mención especial del jurado. Sincera al ciento por ciento, la obra de Campusano saca partido de la estética de los amantes de las motos, y como bonus excepcional (hay que sacarse el sombrero frente a este cover), La Rockabilera del Sur hace La última copa.
La película elegida para cierre, Talking Woodstock, de Ang Lee, estuvo en Cannes y ya en San Sebastián en una sección informativa. No fue cierre, porque se vió el mismo día de inicio de la muestra. Jaja.
Pero volvamos a la competencia oficial. Digamosló claro: la competencia oficial solo tuvo una película muy sobresaliente, que no es otra que la del palestino Elia Suleiman y se titula El tiempo que queda. Su mirada por cierto corrosiva a los años que van desde su infancia, al mismo tiempo que nacía el Estado de Israel y con este hecho el enfrentamiento exacerbado entre árabes y judíos que tradicionalmente ocupaban esa región, convirtiendo a los primeros en extranjeros en la tierra donde son mayoría, por ejemplo en Nazaret, lugar natal de Suleiman.
El ciclo dedicado a versiones de Georges Simenon, que podría contar con una veintena de títulos, por la estrechez económica solo incluyó cinco y no tuvo libro ad hoc.
Por suerte el catálogo oficial, muy prolijo y completo, estuvo diez días antes del inicio, todo un milagro, y en su transcurso fue presentado el voluminoso (casi mil páginas) Homero Alsina Thevenet, Obras Incompletas Tomo 1, una compilación de los escritos del crítico cinematográfico uruguayo, de acuerdo al trabajo de Fernando Martín Peña, Elvio E. Gandolfo y el también uruguayo Alvaro Buela, una verdadera joyita para entender un poco más la historia de este escriba vehemente, ibsesivo pero también bastante complicado de tratar, por más quen Peña trate de reivindicarlo en su totalidad, de acuerdo a su experiencia personal. De Thevenet se podían aprehender cosas muy buenas y de las otras. Claro está a esta altura del partido, que las segundas solo hay que tomarlas como anecdóticas.
Uno de los aciertos de esta vuelta fue el trailer que acompañó a cada una de las proyecciones. Vale la pena volver a verlo:
Bueno... llegó el momento fatal.
Apertura y cierre. Empanadas y vino, y empanadas y vino, respectivamente. Pero no muchas, solo algunas, las suficientes para conformar a parte de los 1200 asistentes a cada una de las dos noches. Ninguna cara internacional reconocible, un puñado de caras locales reconocibles. La del cierre, como la primera transmitidas en diferido por Canal 7 (a las 23.30 del sábado 14, que solo alcanzó 0.8 puntos de rating, es decir un público de alrededor 400.000 personas) reunió al menos a dos centenares de funcionarios de diferente rango y origen, otros dos centenares de gente afectada a la producción del festival (ya van 400), fuerza vivas locales (casi la misma cantidad y ya tenemos la mitad del Auditórium), algunas figuras del espectáculo invitadas a último momento, los integrantes de los equipos de las películas en competencia que iban a ser reconocidos con algún premio y unos cuantos dones nadies. Hubo presencias sorpresa. Por ejemplo la del ex presidente del Incaa, Jorge Alvarez, y la el ubicuo juez Oyarbide. En el escenario, el conductor de la velada, Lalo Mir, además de recordar el primigenio festival de 1954, no competitivo, y a Juan Perón, dijo algo así como que el General era “un auténtico personaje de cine” y que lo imaginaba a Orson Welles interpretándolo, algo imposible, obviamente, porque el director de El ciudadano murió hace más de dos décadas.
Hubo quien dijo que esa noche se iba a proyectar el corto de la Asociación de Cronistas de Cine, con imágenes rodadas en el festival de 1959, el genuino “primero” y de clase A, organizado por esa entidad, con imágenes nunca antes exhibidas. Por ahora, quienes lo vieron cuatro días antes, como prólogo de la función de Cuando huye el día, en una de las salas del complejo Del Paseo, son los únicos privilegiados. Esa noche el corto faltó a la cita. Era lógico. Era preferible ver a unos mimos bastante monigotes haciendo sus pantomimas en escena que un momento de buenos recuerdos referidos a ese mismo festival.
A decir verdad, no fue ni el cierre ni la fiesta que merecía el Mar del Plata. El jurado, que debió subir a escena para mostrar su peso y su decisión delante del público presente y el que lo veía en sus casas, ni apareció, estaba allí mezclado en la platea que se fue llenando de blancos hasta un final con solo la mitad de asientos ocupados.
Un día antes del comienzo del festival, parecía que el capitán de la nave había piloteado la tormenta. Al menos todo indicaba que la fiesta podía ser importante, no obstante había advertido que la concurrencia no iba a reunir a multitudes de fans. Pero si la nave siguió su rumbo hacia delante no fue por que hubo una mano firme sino porque la marea se calmó, y porque la inercia pudo llevarla hasta el último día. Nada quedó en claro. Ni cual fue el aporte de los socios del Incaa en la aventura, ni cuantos en realidad fueron quienes concurrieron a las salas sin ser periodistas ni invitados, y así poder comparar con ediciones anteriores en las que también, seguramente, se habrán hecho dibujos, pero de lo que no cabe duda es de que hubo colas de espectadores mucho más visibles en más salas y en más días. ¿Alguién recuerda las colas que daban la vuelta a la manzana del teatro Enrique Carreras cuando allí tuvo lugar la primera entrega de Contracampo, la muestra creada por Nicolás Sarquís que se anticipó al Bafici? O las entradas siempre agotadísimas de La mujer y el cine? ¿Alguien recuerda cuando en un mismo festival estuvieron Juliette Binoche, Tim Robbins, Susan Sarandon, Michael Winterbottom y Abel Ferrara, y que los diarios les dedicaban tapas y cientos de centímetros? No fue hace tanto, pero había otra idea de festival. Parece que de aquello hubiese pasado un siglo, pero no es así.
Mar del Plata esta tan en crisis como su festival. Es un festival que esta vez cumplió 50 de su inicio, de los cuales 26 estuvo en coma profundo. No se sabe qué ocurrirá con su vida después de Ventana Sur. Nadie todavía ha lanzado pista alguna. Pero está claro: su vida pende de un hilo.
La crisis llegó a España, o mejor dicho a toda Europa. El festival de San Sebastián no fue ajeno a esta coyuntura que tanto da que hablar en los últimos tiempos. El coletazo final del gobierno de George W. Bush se ve día a día en algunos medidores que, quien viene siguiendo la realidad de aquel país en los últimos años lo detecta y bastante rápido. Si bien ya en la anterior entrega del festival donostiarra hubo un toque de atención acerca de cómo la realidad económica podía notarse en la ciudad más exquisita de la península, esta edición de 2009 fue mucho más clara. El festival tuvo alguna caída de esponsoréo. Por ejemplo la Fundación Altadis (que depende de la empresa que fabrica los cigarrillos Ducados) se abrió tras una larga unión con la muestra. Su aporte fue reemplazado por el de La Caixa, pero aún así la baja
sustancial en el total a invertir significó, por ejemplo, que el festival no comenzara un jueves sino un viernes, y que por ejemplo no se realizarán ni encuentro de apertura, ni gran fiesta de cierre. Cabe recordar que en las dos entregas inmediatas anteriores su uso como escenario el gran palacio Miramar, por el que corrieron cientos de litros de todo tipo de bebidas, y comidas exquisitas desde el anochecer hasta poco menos del amanecer. Varios cientos de invitados colmaban los salones, bailaban y se divertían a lo grande en jardines que balconean nada menos que la famosa Concha, sobre el Adriático. Esta vez, la fiesta brilló pero por su ausencia. Parece que lo signos de los tiempos que corren tienen que ver con un proceso de recesión que, es de esperar, al menos no avance.
Ajustes
En cuanto a despliegue escénico, se notó un poco menos de inversión, no obstante dos alfombras rojas, como la vez anterior, en coincidencia con la reinaguración del teatro Victoria Eugenia, fueron centro noche a noche del desfile de invitados de todas las películas en competencia, así como de los importantes de la paralela Zabaltegi y de las funciones especiales y homenajes, que fueron centro de atención de fotógrafos y cámaras de TV locales y del resto de Europa. Argentina es, después de la misma España, quien más atención presta a este festival, con un gran número de periodistas acreditados (ocho medios este año).
Estrellas, si, las hubo. En el primer día estuvieron Brad Pitt y Quentin Tarantino presentando, Bastardos sin gloria, pero no fueron los únicos previstos. Pasemos revista: Laurent Cantet, presidente del jurado oficial, secundado por John Madden y Samira Makhmalbaf, el canadiense Atom Egoyan, que estuvo presente en la competencia con Chloe, su última propuesta, un verdadero fiasco. También se los vio a Maribel Verdú, ganadora del Premio Nacional de Cinematografía, un día después a Antonio Skarmeta, Ricardo Darín y al director de la película que los reunió, El baile de la victoria, el prolífico aunque desparejo Fernando Trueba, a François Ozon, que cada vez hace menos honor a la calidad de sus primeras películas, esta vez con Le refuge, protagonizada por Louis-Ronan Choisy e Isabelle Carre, más argentinos, en este caso Juan José Campanella y Soledad Villamil, que se sumaron al primer arribado Darín y al local Javier Godino, por El secreto de sus ojos, que se convirtió en el film más elogiado por el público y los críticos españoles presentes en la muestra, no obstante no se llevaría premio alguno,
Chiara Mastroianni y Christophe Honoré, por Making Plans for Lena, que paso sin pena ni gloria. No ocurrió lo mismo con la espléndida superproducción china Ciudad de vida y muerte, una verdadera sorpresa para un país del que en occidente no se conoce su producción cinematográfica.
Get Low, es una producción norteamericana que deviene, seguramente, de algún compromiso no público. Una de las razones, seguramente, es la presencia del cine norteamericano con una película no particularmente de sello independiente a ultranza, ya que cuenta con la presencia de Robert Duvall. Aún así, su hechura es de acuerdo al molde de las películas de Hallmark la hizo inviable a la hora del reconocimiento público, de la crítica y del jurado a la hora de los premios. Todo lo
contrario de Hadjewich, de Bruno Dumont, una película cuidadosamente
elaborada acerca de los fanatismos, para el caso el cristiano o el musulmán,
llevados a últranza. El director de obras memorables como El empleo del tiempo logró un film que va de lo conmovedor a lo exasperante, un desafío a la quietud del espectador, que se ve sacudido no solo por el estruendo sino por lo que se esconde, en silencio, por detrás, y tiene que ver con la locura, otro de los signos de los tiempos que corren.
Yo, también, la película que tiene como eje a un treintañero con síndrome de down y su posibilidad de vivir como cualquier otro sin esa problemática, conmovió al público y, evidentemente, al jurado, que premio esa actuación de un auténtico down por encima del resto de los actores que interpretaban papeles bien diferentes a sí mismos. Es evidente de que se trató más de un premio “al ser down” que “al interpretar a un down”, y eso, por más positiva que pueda leerse la película por el público bienpensante, no es del todo serio para un jurado de festival de cine. Alla ellos.
La mujer sin piano es una típica película de esas que solo pueden funcionar bien en festivales. La historia con eje en una mujer que de buenas a primeras cambia de identidad y, es posible, de personalidad, es un cuento que ya ha sido abordado en diversas películas. Casi un ejercicio de escuela de cine, la película de Javier Rebollo no pasa de ser un producto prolijo pero demasiado esquemático, y con final abierto. Nada nuevo bajo el sol.
Y finalmente llegó otro fiasco, en este caso un producto de múltiples nacionalidades, aunque finalmente se trate de una película catalana. Los condenados, de Isaki Lacuesta, cuenta la reunión de un grupo de ex guerrilleros del norte argentino, en el mismo lugar en el que vivieron un momento clave su clandestinidad, y qué es lo que ocurre en cada uno de ellos a la hora de revelar la verdad que cada uno sabe y expone crudamente aquello hechos. Lástima que los directores piensen que se puede generar esos enfrentamientos con situaciones algo burdas. Una pena, además, el grupo de actores convocados: Arturo Goetz, Daniel Fanego, Leonor Manso y Nazareno Casero, entre otros, sometidos a diálogos confusos, que solo hablan de la confusión de los autores metidos con un tema que, por lo visto, los excede y mucho.
Como casi siempre ocurre, el resto de las secciones reunió una considerable cantidad de buenas propuestas, algunas vistas en festivales que ocupan posiciones anteriores en el calendario de festivales de primera “A”, igual categoría que luce el ubicado en la costa vasca peninsular.
En las paralelas se vieron, por ejemplo, las argentinas Francia, de Israel Adrián Caetano, con Natalia Oreiro, que lució –y brilló-como una diva (a estas alturas ya es una, me atrevo a decir) por la alfombra roja y el mismo día de la entrega de los palmares, donde se llevó una mención especial para su película, la
historia de un matrimonio divorciado forzado por las circunstancias a convivir, observado desde la mirada de su pequeña hija, autodefinida como Gloria, e interpretada con extrema soltura por Milagros Caetano, hija del realizador. También en los alrededores se vió La invención de la carne, una nueva experiencia del cine indie argentino, que reitera esquemas ya vistos, que no parecen tener demasiado sentido pero, al menos no resultan tan fanfarrones como el de otros casos.
¿Qué conclusión puede sacarse del 57° Festival de San Sebastián?. Una muy buena, para tener en cuenta: qué a pesar de las crisis se puede producir un festival como la gente. Muchos dirán “claro, con 6 o 7 millones de euros cualquiera puede hacerlo”. En buen porcentaje es una respuesta válida. Pero hay que aclarar que cualquiera también cualquiera podría despilfarrarlos. Solo con auténtico “rigor profesional” puede hacerse un festival de semejante tamaño. Y es más: gente como la que produce San Sebastián puede hacerlo con esa cifra y hasta quizás con menos. Pero hay que reconocer que si hay algo que caracteriza a los organizadores donostiarras es su rigor profesional, a prueba de crisis, no obstante tienen conciencia que un festival de ese tipo es excusa para promocionar una zona turística precisamente por su alto nivel, promocionar al país que está detrás de ese evento y porque no a sus películas, puesta a competir con otras de diferentes países que son consideradas como las mejores para salir al ruedo. La local La mujer sin piano, por ejemplo, ha competido aquí con Hadjewich y El secreto de sus ojos… no es poco. Ha quedado en claro y también que, seguramente, en 2010 vuelvan aquellos momentos postergados, lo que son para todo público y los que no, esos que permiten a los fotógrafos de las revistas de actualidad sacar unas cuantas fotos de esas que llaman “glamorosas” porque tal y cual fueron sorprendidos por un flash. Un sueño que en España, seguramente, tienen todos los que siguen el cine, cinéfilos, cholulos o gente común, porque para todos ellos están hechas las películas. Y no son pocos.
2.Ahora Biarritz
Hablar de Biarritz es un lujo. Y de la gente que lo hace también. Segundo ejemplo de que las crisis no hacen mella en la calidad de un festival cuando detrás de cámaras hay profesionales. Y aquí el mérito se lo llevan todos los que formaron parte de su staff. En cuanto a la muestra oficial, brilló por homogénea. Aquí se nota, y mucho, la buena mano de Jean-Christophe Berjón, director artístico de la muestra.
Sus diez títulos merecen la pena verse. De la Argentina estuvo Los paranoicos que, no obstante ya con algún tiempo encima, sigue atrayendo la atención en especial por el encomiable trabajo de Daniel Hendler. El relato en sí no es lo que se dice guau, peo al menos no es tan tedioso como el de otras propuestas recientes del cine argentino. Será por ese motivo que fue premiada. De nuestros vecinos chilenos sobresalió La nana, una deuda de estreno en Buenos Aires (no obstante se vió en una muestra de cine trasandino realizada en octubre). Su director, Sebastián Silva, demuestra tener en claro que es lo que quiso que su figura central –Catalina Saavedra- transmitiese, y lo consiguió. No fue la única chilena: Ilusiones ópticas, de Cristian Jiménez, rompió con el lenguaje tradicional. La suya es una película con códigos propios, algo que hasta ahora no se había visto en el cine chileno. Se la puede discutir, lo que hay que reconocer es audacia, y eso en un país tan estructurado a fin de cuentas como Chile, es todo un mérito. Del otro loado del Río de la Plata llegó El cuarto de Leo, de Enrique Buchichio, que indaga en la aventura de descubrimiento del personaje de marras, un chico que tiene algunas serias dudas acerca de la vida, y en especial acerca de su sexualidad, y por eso mismo sale a explorarla. En este caso la interpretación, del argentino Marcos Martínez, supera la calidad del cineasta debutante, quien, no obstante, resuelve con buena cintura el desafío. De arriba abajo en el continente, también estuvieron El cuerno de la abundancia, un relato coral del cubano Juan Carlos Tabío, en el que esta vez y a través de una serie de personajes con apellido similar, todos detrás de una supuesta herencia millonaria, cuenta la historia de la Cuba de hoy, que a 50 años de la Revolución, sufre todavía frustraciones que los obliga a emprender caminos insólitos para sobrevivir de una mejor manera. Si, Tabío es un director chapado a la antigua, como aquí lo era Alejandro Doria, pero no cabe dudas de que sabe cómo dirigir a actores, muchos y muy buenos. La película tiene claros referentes de obras corales clásicas, desde Bienvenido Mr. Marshall hasta Esperando la carroza, ambas clásicos de culto en Cuba. Y de todo ese elenco el que se lleva las palmas es Jorge Perugorría, de alguna forma la voz cantante del grupo, el único que puede hablar a cámara es decir al espectador, para compartir con él sus frustraciones y la de su entorno.
La mexicana Mariana Chenillo sorprendió a todos con su opera prima, Cinco días sin Nora. Comedia negra acerca de cómo una mujer judía, depresiva histórica, puede con su suicidio no solo llamar la atención de sus hijos sino también la de su ex marido, quien descubrirá que más allá de aquello que los separó, existen en su corazón motivos suficientes como para seguir amándola. Chenillo maneja a sus personajes como Daniel Burman lo hizo, por ejemplo, en El abrazo partido. Lo hace con humor, sentimientos e incluso nostalgia por lo que no fue. Ella también contó con un gran actor: Fernando Luján (ver Mar del Plata). También hubo dos colombianas. La primera y mejor, La pasión de Gabriel, la historia de un sacerdote para nada convencional, que debe luchar por la gente de su pueblo a pesar de ella misma, y en especial de los enfrentamientos entre quienes no lo ven con buenos ojos, los militares, los paramilitares y los guerrilleros de las Farc, con todas las contradicciones que surgen de esa puja no se sabe muy porqué. Aquí también hay un gran trabajo actoral, en este caso de Andrés Parra.
El otro colombiano es La sangre y la lluvia, que intenta, pero no lo consigue, ser una suerte de Taxi Driver de Medellín, alrededor de Jorge, el taxista, y Angela. Muy buena fotografía nocturna –de Juan Carlos Gil- pero nada que entusiasme demasiado.
Hubo otros dos Films, cada uno con sus particularidades.
Uno: La yuma, de la Francesa Florence Naguey, responsable de este film que rompe con veinte años sin cine en Nicaragua, en este caso el de una boxeadora de extrema pobreza y un estudiante de periodismo, ubicado en un sector social bastante diferente. Un amor que no puede ser por múltiples factores, pero muy especialmente por la diferencia de clases.
Dos: El brasileño Os famosos e os duendes da morte, de Esme Filho, es una suerte de experimento transgresor, acerca de un internauta fanático de Bob Dylan, en un pueblito alemán del Brasil rural, un mundo propio lleno de fantasías, incluso de apariciones que van más allá de la realidad. Un buen ejercicio, algo reiterativo, que sin lugar a dudas llamó la atención.
Entre los cortos, el que sin lugar a dudas se destacó fue el argentino Un juego absurdo, de Gastón Rothschild, que fue parte de Historias breves V, un verdadero hallazgo y la demostración que su director tiene mucho futuro por delante.
2. Y Mar del Plata…
Hace 13 años, cuando el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata volvía a la carga tras un paréntesis de 26, impulsado entonces por Julio Márbiz, un sinfín de críticas agoreras llegaron a poner en duda su realización cuando a mediados de ese mismo año no se conocía la programación, los jurados y mucho menos las grandes figuras que se supone todo festival de categoría “A” (según la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films, ahora presidida por el argentino Luis Alberto Scalella) debe mostrar sobre su alfombra roja. El encuentro de cine argentino, que logró ese status hace medio siglo gracias al esfuerzo de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, entonces con figuras como Enzo Ardigó, tuvo varios momentos importantes en esta última década, además de los logrados en la etapa refundacional.
Por entonces, lo recuerdo bien porque lo viví desde adentro, muchos definían a Márbiz como el peor de los demonios. Más allá de los juicios de cada uno, yo tengo el mío propio. No voy a juzgar a Marbiz desde un punto de vista ideológico porque no soy quien para hacerlo, solo que a veces coincidía con el respecto a algunas decisiones y otras no, pero siempre, y cuando digo siempre es siempre, se mantuvo ese respeto mutuo, en especial a la hora de reconocer límites. Si me piden un juicio con respecto al Festival, no queda otra que reconocer que lo recuperó, y que en esa tarea frente a la Fiapf, una buena mano se la dio Héctor Olivera, quien siempre tuvo un peso importante en esa entidad. Y también hay que agradecerle el haber reunido a gente que tenía muchas ganas de meterse en la aventura, como Juan Carlos Frugone, Oscar Barney Finn, Nicolás Sarquís y Javier Torre… Ah, y también al que suscribe.
Hay que reconocer además que en todos esos años hubo muy buenos jurados, muy buenas selecciones oficiales, y muchos invitados, así como los principales referentes de esos títulos. Y mucha prensa de todo el mundo. Pero bueno, eso terminó en 1999. Ya en 2000 llegaría Claudio España, con una idea personal del festival que imponía cambiar noviembre por marzo, que no aprovecho, su enfrentamiento en 2002 y su reemplazo por el cineasta jujeño Miguel Pereyra que pudo resistir con mucha dignidad los cinco años que prometió –y cumplió- duraría su paso por ese cargo.
Su gran logro llegó en 2005, cuando logró la meta de hacer oportuno equilibrio entre arte y glamour, tal como en la actualidad se interpreta esta última definición. Y llegó el final.
Pereyra se fue una noche, sin bombos ni platillos, un mes antes de que en el Incaa la gestión de Jorge Alvarez hiciera agua por los cuatro costados
La última idea que tuvo Alvarez antes de dimitir a su cargo como presidente del Incaa, tras una breve y para nada afortunada gestión a finales de de 2007, fue el nombramiento del veterano cineasta José Antonio Martínez Suárez -30 años mayor que su predecesor- al frente de la muestra marplatense. Este aprovechó los últimos cambios del Bafici apenas tomó las riendas del gobierno de Buenos Aires Mauricio Macri, y convocó no sólo a quien lo dirigía –primero había pensado en Sergio Wolf, pero Macri se le adelantó y por eso recurrió a Fernando Martín Peña- sino aceptó que Mar del Plata fuese un clon del festival porteño, confundiendo a locales y extranjeros por igual. El costo del Mar del Plata de 2008 fue muy alto (dicen que superior a los 9.000.000 de pesos) y el resultado fue, a la vista, pobre. Repercursión cero.
Mientras los festivales de igual categoría del mundo se reciclaban, aun las crisis, para no bajar de la calidad alcanzada tanto en prosperidad económica como en materia de cine por mostrar, Mar del Plata entró en un cono de silencio. Tras un achique sustancial en su estructura, en marzo se anunció que la edición que su edición número 24 sería respaldada por un ente tripartito –nacional de parte del Incaa, provincial, a través del Instituto Cultural Bonaerense y, finalmente, de la municipalidad marplatense-, decisión que fue festejada como positiva. Nadie suponía entonces que el calendario electoral patearía el tablero. Mar del Plata contó entonces en firme con los fondos del Incaa destinados desde un principio a esta muestra (alrededor de 2.500.000 pesos, y así fue). Más tarde, aseguraron, que se acoplaban los de provistos por la gobernación y el municipio, en iguales partes. Si estuvieron, no se notaron. Quizás hubiesen servido para traer esa tres o cuatro figuras tan necesarias para la prensa local e internacional.
En el Incaa, la principal preocupación ya era el mercado Ventana Sur, con sede en Harrods. Bien que hacían: Mar del Plata solo tiene pasado, Ventana Sur solo tiene futuro, y allá vamos.
Algunos nombres importantes fueron invitados a “la feliz”, pero la mayoría, a último momento, se excusó. En la conferencia de prensa previa a la muestra, Martínez Suárez leyó una lista de personajes a los que se les había invitado “por mail” (sic), que nunca respondieron.
El listado de 14 películas en competencia no aportó nada significativo nuevo. No obstante fue bueno, mejor que el inmediato anterior. Las dos argentinas, Francia, de Israel Adrián Caetano, venía de participar en Venice Days (donde no compitió) y en San Sebastián, donde apareció en la paralela Horizontes Latinos, donde se llevó una mención de último momento. Vikingo , de Campusano, una nueva transgresora –no obstante muy desprolija- obra del cineasta quilmeño, más tiene que ver con el Bafici que con una muestra como esta. Curioso pero no objetable: recibió una mención especial del jurado. Sincera al ciento por ciento, la obra de Campusano saca partido de la estética de los amantes de las motos, y como bonus excepcional (hay que sacarse el sombrero frente a este cover), La Rockabilera del Sur hace La última copa.
La película elegida para cierre, Talking Woodstock, de Ang Lee, estuvo en Cannes y ya en San Sebastián en una sección informativa. No fue cierre, porque se vió el mismo día de inicio de la muestra. Jaja.
Pero volvamos a la competencia oficial. Digamosló claro: la competencia oficial solo tuvo una película muy sobresaliente, que no es otra que la del palestino Elia Suleiman y se titula El tiempo que queda. Su mirada por cierto corrosiva a los años que van desde su infancia, al mismo tiempo que nacía el Estado de Israel y con este hecho el enfrentamiento exacerbado entre árabes y judíos que tradicionalmente ocupaban esa región, convirtiendo a los primeros en extranjeros en la tierra donde son mayoría, por ejemplo en Nazaret, lugar natal de Suleiman.
El ciclo dedicado a versiones de Georges Simenon, que podría contar con una veintena de títulos, por la estrechez económica solo incluyó cinco y no tuvo libro ad hoc.
Por suerte el catálogo oficial, muy prolijo y completo, estuvo diez días antes del inicio, todo un milagro, y en su transcurso fue presentado el voluminoso (casi mil páginas) Homero Alsina Thevenet, Obras Incompletas Tomo 1, una compilación de los escritos del crítico cinematográfico uruguayo, de acuerdo al trabajo de Fernando Martín Peña, Elvio E. Gandolfo y el también uruguayo Alvaro Buela, una verdadera joyita para entender un poco más la historia de este escriba vehemente, ibsesivo pero también bastante complicado de tratar, por más quen Peña trate de reivindicarlo en su totalidad, de acuerdo a su experiencia personal. De Thevenet se podían aprehender cosas muy buenas y de las otras. Claro está a esta altura del partido, que las segundas solo hay que tomarlas como anecdóticas.
Uno de los aciertos de esta vuelta fue el trailer que acompañó a cada una de las proyecciones. Vale la pena volver a verlo:
Bueno... llegó el momento fatal.
Apertura y cierre. Empanadas y vino, y empanadas y vino, respectivamente. Pero no muchas, solo algunas, las suficientes para conformar a parte de los 1200 asistentes a cada una de las dos noches. Ninguna cara internacional reconocible, un puñado de caras locales reconocibles. La del cierre, como la primera transmitidas en diferido por Canal 7 (a las 23.30 del sábado 14, que solo alcanzó 0.8 puntos de rating, es decir un público de alrededor 400.000 personas) reunió al menos a dos centenares de funcionarios de diferente rango y origen, otros dos centenares de gente afectada a la producción del festival (ya van 400), fuerza vivas locales (casi la misma cantidad y ya tenemos la mitad del Auditórium), algunas figuras del espectáculo invitadas a último momento, los integrantes de los equipos de las películas en competencia que iban a ser reconocidos con algún premio y unos cuantos dones nadies. Hubo presencias sorpresa. Por ejemplo la del ex presidente del Incaa, Jorge Alvarez, y la el ubicuo juez Oyarbide. En el escenario, el conductor de la velada, Lalo Mir, además de recordar el primigenio festival de 1954, no competitivo, y a Juan Perón, dijo algo así como que el General era “un auténtico personaje de cine” y que lo imaginaba a Orson Welles interpretándolo, algo imposible, obviamente, porque el director de El ciudadano murió hace más de dos décadas.
Hubo quien dijo que esa noche se iba a proyectar el corto de la Asociación de Cronistas de Cine, con imágenes rodadas en el festival de 1959, el genuino “primero” y de clase A, organizado por esa entidad, con imágenes nunca antes exhibidas. Por ahora, quienes lo vieron cuatro días antes, como prólogo de la función de Cuando huye el día, en una de las salas del complejo Del Paseo, son los únicos privilegiados. Esa noche el corto faltó a la cita. Era lógico. Era preferible ver a unos mimos bastante monigotes haciendo sus pantomimas en escena que un momento de buenos recuerdos referidos a ese mismo festival.
A decir verdad, no fue ni el cierre ni la fiesta que merecía el Mar del Plata. El jurado, que debió subir a escena para mostrar su peso y su decisión delante del público presente y el que lo veía en sus casas, ni apareció, estaba allí mezclado en la platea que se fue llenando de blancos hasta un final con solo la mitad de asientos ocupados.
Un día antes del comienzo del festival, parecía que el capitán de la nave había piloteado la tormenta. Al menos todo indicaba que la fiesta podía ser importante, no obstante había advertido que la concurrencia no iba a reunir a multitudes de fans. Pero si la nave siguió su rumbo hacia delante no fue por que hubo una mano firme sino porque la marea se calmó, y porque la inercia pudo llevarla hasta el último día. Nada quedó en claro. Ni cual fue el aporte de los socios del Incaa en la aventura, ni cuantos en realidad fueron quienes concurrieron a las salas sin ser periodistas ni invitados, y así poder comparar con ediciones anteriores en las que también, seguramente, se habrán hecho dibujos, pero de lo que no cabe duda es de que hubo colas de espectadores mucho más visibles en más salas y en más días. ¿Alguién recuerda las colas que daban la vuelta a la manzana del teatro Enrique Carreras cuando allí tuvo lugar la primera entrega de Contracampo, la muestra creada por Nicolás Sarquís que se anticipó al Bafici? O las entradas siempre agotadísimas de La mujer y el cine? ¿Alguien recuerda cuando en un mismo festival estuvieron Juliette Binoche, Tim Robbins, Susan Sarandon, Michael Winterbottom y Abel Ferrara, y que los diarios les dedicaban tapas y cientos de centímetros? No fue hace tanto, pero había otra idea de festival. Parece que de aquello hubiese pasado un siglo, pero no es así.
Mar del Plata esta tan en crisis como su festival. Es un festival que esta vez cumplió 50 de su inicio, de los cuales 26 estuvo en coma profundo. No se sabe qué ocurrirá con su vida después de Ventana Sur. Nadie todavía ha lanzado pista alguna. Pero está claro: su vida pende de un hilo.
25 sept 2009
Natalia Oreiro en San Sebastian
A esta altura del partido decir que Natalia Oreiro es una buena actriz no es descubrir la pólvora. Es igual que reiterar que es muy pero muy bonita. Hace un par de días quedó demostrado una bez más, aquí en San Sebastián, como una delas figuras centrales y en todo caso la más convocante de Francia, la última película de Israel Adrián Caetano, que compitió en la sección Horizontes Latinos. En esta nueva propuesta del director de Bolivia y más recientemente de Crónica de una fuga, cuenta la historia de una niña con bastante personalidad, que se hace llamar Gloria, hija de un pareja disfuncional, separada, en la que su madre, una empleada doméstica interpretada de Oreiro, tiene un papel fundamental en el discurrir de la historia. La mujer, en aprietos económicos, acepta alquilar una de las habitaciones de su vieja casa en PH al ex, con toda la cionfusión sentimenatal que esta vuelta de tuerca puede desatar. Oreiro no tiene previsto hacer TV al menos hasta encontrar algo que realmente la motive. No quiere repetir el papel de chica algo atolondrada para el que ya se la convocó en un par de oportunidadeas. Dice que prefiere el cine y que hasta ahora los papeles más jugados los viene haciendo a las
órdenes de cineastas independientes, como los breves pero intensos de La peli, de Gustavo Postiglione, y de Las vidas posibles, de Sandra Gugliotta, por el que fue candidata a un Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. Oreiro quita la respiración. Así lo hizo aquí, simplemente siendo como es, caminando por el boulevard de Donostia y siendo el blanco de más de una mirada, incluso de gente que la reconocía y le pedía permiso para sacarse alguna foto con ella. Para dentro de muy poco tiene planeado ser figura central de dos películas, las dos dirigidas por compatriotas. Una es Miss Tacuarembó, que adelanta será pop, transgresora en más de un sentido ya que cantará y compartirá escenas con la española Rossy de Palma y después llegará Mala, nuevamente dirigida por Caetano, como ella del cerro montevideano, donde será una asesina a sueldo, una mujer que por despecho y encargo se dedica a matar hombres de una manera despiadada, con una buena cuota de sadismo, dice “incluso con agujas de tejer”, una película muy dark, “un sueño de Adrían que hace rato quería hacer una película de género terror”. Muy en el estilo Almodóvar de sus mejores tiempos (el de Pepi, Lucy y Bom... y Atame!)en los dos casos. Personajes que podrían ser una tentación para que el cineasta manchego la descubra a full y la lleve a pasera por el mundo con su cine, más de lo que ya lo viene haciendo. Tiene con que
Un buen link
href="http://www.sansebastianfestival.com/Scripts/mediaplayer/player.swf?file=http://files.velocix.com/c219/570362_desayunos.flv&image=../admin_img/img/videos/g/570362_desayunos.jpg&logo=../admin_img/pag/mosca.png&controlbar=over&fullscreen=false&autostart=true">
órdenes de cineastas independientes, como los breves pero intensos de La peli, de Gustavo Postiglione, y de Las vidas posibles, de Sandra Gugliotta, por el que fue candidata a un Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. Oreiro quita la respiración. Así lo hizo aquí, simplemente siendo como es, caminando por el boulevard de Donostia y siendo el blanco de más de una mirada, incluso de gente que la reconocía y le pedía permiso para sacarse alguna foto con ella. Para dentro de muy poco tiene planeado ser figura central de dos películas, las dos dirigidas por compatriotas. Una es Miss Tacuarembó, que adelanta será pop, transgresora en más de un sentido ya que cantará y compartirá escenas con la española Rossy de Palma y después llegará Mala, nuevamente dirigida por Caetano, como ella del cerro montevideano, donde será una asesina a sueldo, una mujer que por despecho y encargo se dedica a matar hombres de una manera despiadada, con una buena cuota de sadismo, dice “incluso con agujas de tejer”, una película muy dark, “un sueño de Adrían que hace rato quería hacer una película de género terror”. Muy en el estilo Almodóvar de sus mejores tiempos (el de Pepi, Lucy y Bom... y Atame!)en los dos casos. Personajes que podrían ser una tentación para que el cineasta manchego la descubra a full y la lleve a pasera por el mundo con su cine, más de lo que ya lo viene haciendo. Tiene con que
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7 sept 2009
Peter Sollett y el último cine indie norteamericano
Educando a Victor Vargas, el primer largometraje de Peter Sollett fue una de las curiosidades de mayor éxito en el Bafici de 2003. Cinco años más tarde, llegará finalmente a salas locales (en copia en DVD proyectada en pantalla grande), presentada por 791cine. Es cine indpendiente en estado puro (tuvo un costo aproximado de 800.000 dólares) y así fue juzgado por la crítica norteamericana que, más allá de sus limitaciones de producción, la definió como un auténtico clásico desde el mismo momento de su estreno, solamente en dos salas. Tras cinco meses en cartel esa cifra ya se había multiplicado por cinco y la recaudación triplicado lo invertido.
La historia de esta ópera prima se desarrolla en verano, en el Bajo Este de Nueva York. Víctor Vargas transita el período dorado de la adolescencia, en un departamento con su abuela controladora, sus dos hermanos y el intenso calor. A Víctor le gusta pensar que es el mejor galán de su barrio. Pero cuando se corre el rumor de que tiene relaciones con una chica algo desequilibrada y no demasiado popular, siente que corre el riesgo de convertirse en el más ridículo de los chicos del suburbio.
En un esfuerzo por salvar su reputación Víctor pone el su mira a Juicy, la chica más hermosa del vecindario. Decidido a triunfar en medio de una feroz competencia de pares, sale victorioso cuando ella lo acepta como su “nuevo hombre”. A partir de ese momento será respetado por todos, aunque este podio de vencedor no lo conforme demasiado.
En medio de esta marea que no escatima sexo, Víctor olvida responderse a una pregunta fundamental: “¿Por qué me eligió la chica más linda del barrio?”. Así, a medida que la verdad apropósito de Judy sale a la luz, Víctor aprende la diferencia entre actuar como un hombre y convertirse verdaderamente en uno.
En 2002, Sollett tenía 27 años y a raíz de este inesperado éxito se convirtió en uno de los cineastas más prometedores del cine indie neoyorquino. Sin embargo, el aplauso de crítica y público no fueron suficientes, y recién pudo volver a la carga en 2008, con Nick y Norah: una noche de música y amor, que como la primera, también fue parte del (último) Bafici. Nick y Norah… recrea una noche en la “gran manzana” con dos adolescentes y sus amigos a la caza de una banda de rock independiente. La lista de los temas que la pareja escucha en su peregrinaje es uno de los atractivos principales de la propuesta, ya que incluye numerosos temas de Vampire Weekend, Devendra Banhart, We Are Scientists y Band of Horses, entre otros.
Educando a Víctor Vargas tiene como figuras centrales a Víctor Rasuk, Judy Marte, Melonie Diaz, Altagracia Guzman, Silvestre Rasuk, Krystal Rodriguez, Kevin Rivera, ganó el gran premio del Festival de Deauville y el Made in Spanish, en el Festival de San Sebastián.
En los últimos meses Sollett terminó el piloto de una comedia televisiva de “una sola cámara” (rodada en Universal Studios para la NBC) titulada State of Romance, presentada como una -enésima- versión moderna de Orgullo y prejuicio (el relato clásico de Jane Austen) esta vez ambientado en Chicago, con eje en dos jóvenes que se conocen accidentalmente, interpretados por dos figuras en ascenso de la pantalla chica Steve Howey y Lindsey Broad.
La historia de esta ópera prima se desarrolla en verano, en el Bajo Este de Nueva York. Víctor Vargas transita el período dorado de la adolescencia, en un departamento con su abuela controladora, sus dos hermanos y el intenso calor. A Víctor le gusta pensar que es el mejor galán de su barrio. Pero cuando se corre el rumor de que tiene relaciones con una chica algo desequilibrada y no demasiado popular, siente que corre el riesgo de convertirse en el más ridículo de los chicos del suburbio.
En un esfuerzo por salvar su reputación Víctor pone el su mira a Juicy, la chica más hermosa del vecindario. Decidido a triunfar en medio de una feroz competencia de pares, sale victorioso cuando ella lo acepta como su “nuevo hombre”. A partir de ese momento será respetado por todos, aunque este podio de vencedor no lo conforme demasiado.
En medio de esta marea que no escatima sexo, Víctor olvida responderse a una pregunta fundamental: “¿Por qué me eligió la chica más linda del barrio?”. Así, a medida que la verdad apropósito de Judy sale a la luz, Víctor aprende la diferencia entre actuar como un hombre y convertirse verdaderamente en uno.
En 2002, Sollett tenía 27 años y a raíz de este inesperado éxito se convirtió en uno de los cineastas más prometedores del cine indie neoyorquino. Sin embargo, el aplauso de crítica y público no fueron suficientes, y recién pudo volver a la carga en 2008, con Nick y Norah: una noche de música y amor, que como la primera, también fue parte del (último) Bafici. Nick y Norah… recrea una noche en la “gran manzana” con dos adolescentes y sus amigos a la caza de una banda de rock independiente. La lista de los temas que la pareja escucha en su peregrinaje es uno de los atractivos principales de la propuesta, ya que incluye numerosos temas de Vampire Weekend, Devendra Banhart, We Are Scientists y Band of Horses, entre otros.
Educando a Víctor Vargas tiene como figuras centrales a Víctor Rasuk, Judy Marte, Melonie Diaz, Altagracia Guzman, Silvestre Rasuk, Krystal Rodriguez, Kevin Rivera, ganó el gran premio del Festival de Deauville y el Made in Spanish, en el Festival de San Sebastián.
En los últimos meses Sollett terminó el piloto de una comedia televisiva de “una sola cámara” (rodada en Universal Studios para la NBC) titulada State of Romance, presentada como una -enésima- versión moderna de Orgullo y prejuicio (el relato clásico de Jane Austen) esta vez ambientado en Chicago, con eje en dos jóvenes que se conocen accidentalmente, interpretados por dos figuras en ascenso de la pantalla chica Steve Howey y Lindsey Broad.
16 ago 2009
57° Premios Cóndor de Plata al Cine Nacional
El lunes 10 de agosto, la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, que me toca en este capítulo de su historia conducir, hizo entrega de sus premios Cóndor de Plata, en una fiesta que tuvo como escenario el Estudio Mayor de Canal 7.Fue una convocatoria a lo grande. Hubo más de veinte premios y cuatro conmocionantes homenajes, a Federico Luppi y Diana Maggi, al director de fotografía Ricardo Younis (si, el de "Los tallos amargos" entre muchas otras grandes películas nacionales) y la veterana periodista Clara Fontana.Estuvieron presentes, entre otros, el actual Secretario de Cultura de la Nacion, Jorge Coscia, la presidente del incaa, Liliana Mazure, el presidente del Sistema Nacional de Medios, Tristán Bauer, quienes juntos anunciaron un canal de TV digital que comenzará a emitir en 2010, dedicado exclusivamente a cine nacional, y numerosa gente de nuestra cultura e industria cinematográfica.
La noche, que se convirtió en la consagraciuón de Leonardo Favio y Aniceto como los ganadores absolutos (su película logró llevarse tres premios más que su anterior versión, de 1966, precisamente protagonizada por Federico Luppi.
Los premios de esta noche inolvidable fueron para:
Película: Aniceto
Director: Leonardo Favio
Actor: compartido entre Oscar Martínez, por El nido vacío y Jorge Marrale, por Cordero de Dios
Actriz: María Onetto, por La mujer sin cabeza
Actor de reparto: Gabriel Goity, por Un novio para mi mujer
Actriz de reparto: Malena Solda, por Cordero de Dios
Actor Revelacion: Hernán Piquín, por Aniceto
Actriz Revelación: Ana Celentano, por Las vidas posibles
Guión Original: Lucía Cedrón, Santiago Giralt, Thomas Philippon por Cordero de Dios
Guión Adaptado: Leonardo Favio, Verónica Muriel y Rodolfo Mortola por Aniceto
Guión de Documental: Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta por 4 de Julio-La Masacre de San Patricio
Documental: 4 de Julio-La Masacre de San Patricio
Fotografía: Alejandro Giuliani, por Aniceto
Montaje: Paola Amor, por Aniceto
Música: Iván Wyszogrod por Aniceto
Sonido: Iván Wyszogrod, por Aniceto
Dirección de Arte: Andrés Echeveste, por Aniceto
Vestuario: Mónica Toschi, por La cámara oscura
Cortometraje: El empleo, de Santiago Grosso y Patricio Plaza
Película Iberoamericana: Tropa de elite, de José Padilha (Brasil)
Película hablada en idioma extranjero: Persepolis, de Vincent Paronhaud y Marjama Satrapi (Francia/Estados Unidos)
Esa noche me tocó subir al escenario y dar la cara. Los papeles me hicieron una pequeñan trampa, la misma que el año pasado a mi colega Tomás Eloy Martínez. Por suerte rápidamente volvieron a su lugar.
El texto que leí es el que sigue:
Desde que nació la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina hace 67 años, el cine argentino ha sufrido idas y venidas, golpes políticos y económicos, censuras, persecuciones de todo tipo que, muchas veces, lo acorralaron hasta quitarle el aire casi por completo.
En los últimos tiempos venimos empujando por lograr que nuestra entidad vuelva a tener la actividad y representatividad que la hizo merecedora del reconocimiento público en sus mejores momentos.
Este año, en marzo, se cumplió medio siglo del primer Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de carácter competitivo, que nuestra entidad, una asociación profesional, organizó con la presencia de lo mejor del cine y de la crítica internacional de aquellos tiempos.
Esa podría haber sido la segunda y definitiva fundación de este club de amigos críticos. Pero no fue así entre otras cosas, por los mismos vaivenes que afectaron al cine en todo este tiempo. En suma una larga lista de sinsabores que se prolongó por décadas.
Más tarde, ya en democracia sufrimos proyectos que no funcionaron, porque nadie se atrevía a tomar una decisión política frente a la problemática del cine nacional.
Nos vemos ahora de cara al desafío de seguir adelante, a pesar de las crisis que también nos golpean, con el mismo espíritu de esos viejos clubes, un tipo de gestión que parece -y es- toda una patriada.
Lo hacemos impulsando la crítica seria y formadora de opinión, en medios periodísticos que no parecen convencidos de querer formar opinión sino manipularla, y dar prioridad a lo frívolo porque están convencidos, vende más.
Lo hacemos desde nuestro trabajo cotidiano.
En este último cuarto de siglo el Cine Nacional ha vuelto a vivir momentos más esperanzados que los de aquella larga noche. Sin embargo, aún siendo reconocido calurosamente en el exterior, seguía al desamparo de una ley que a la medida de las circunstancias lo respaldara no solo con buenas intenciones sino con políticas concretas fronteras adentro.
Más allá de esos ocasionales momentos con más futuro que presente, de los avances y también de algunos retrocesos, la ansiada consolidación de un modelo cinematográfico permitió que todo aquello vertido en la nueva Ley de Cine finalmente comenzara a hacerse realidad.
Una vez superada la gran crisis de 2001, el Cine Nacional comenzó a crecer y crecer, dando cada vez más y más acabadas muestras de que era una realidad por encima de coyunturas, de la revolución que significan los cambios tecnológicos en el registro y transmisión de imágenes, y que todo eso era posible.
En 2005 comenzaron a sentirse los reclamos de quienes hacen cine apropósito de la marginación de la producción de cine nacional de los circuitos de exhibición. Y surgieron reglas en ese sentido. En nuestra tradicional entrega de los Cóndor, expusimos nuestra posición acerca de la exclusión de nuestra entrega de premios y a fin de cuentas de casi todo el cine argentino de la pantalla chica.
Nuestra voz había sido finalmente escuchada. Las entregas de los premios Cóndor comenzaron a llegar a todo el país gracias al respaldo del Incaa y la TV Pública. En la actualidad, el proyecto oficial de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual promueve una cuota de pantalla de cine nacional en toda la TV.
La necesidad de contar con una cuota de pantalla de cine nacional en TV es una decisión esperada, y su presencia en la nueva ley, fundamental para respaldar de una forma decisiva al Cine Nacional y a sus autores en un medio que entra a las casas sin pedir permiso.
En la actualidad hay Cine Argentino en cantidad y calidad. Se ve en todo el mundo. Sin embargo, aquí y por esa persistente exclusión de la TV de aire, entre otros factores, no consigue hacerse carne con el público masivo. Frente a las pantallas hogareñas, ese universo tan vasto como teórico llamado público, solo puede elegir entre lo que se le ofrece dentro de un abanico cada vez menos diverso. En este sentido, hay una gran deuda.
Nuestro agradecimiento al apoyo de Jorge Coscia, el actual Secretario de Cultura de la Nación, a Tristán Bauer que ha puesto la gran casa que le ha tocado en suerte administrar a nuestra disposición, a Liliana Mazure que nos respaldó con un equipo maravilloso liderado por Carolina Silvestre, siempre preocupado porque las cosas salgan mejor, en suma a gente que merece nuestro respeto y nuestro agradecimiento en un mundo en donde tristemente el reconocimiento parece ser un gesto en vías de extinción.
Gracias Leonardo Favio por tu esfuerzo monumental y permanente lucha por un cine nacional y popular y a todos los que siguen tu ejemplo.
Estamos a un año del Bicentenario de la patria.
El apoyo del Incaa y la TV Pública al Cine Nacional y a los premios Cóndor de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, son un signo de los tiempos que vivimos, a pesar de todo, en la Argentina de hoy.
Una realidad que está a la vista de todos, desde la Quiaca hasta Ushuahia.
Sepamos aprovecharla. Sepamos defenderla.
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15 ago 2009
El secreto de sus ojos - Lejos de lo obvio
“El secreto de sus ojos” (Argentina/España, 2009). Dirección: Juan José Campanella. Guión: Juan José Campanella y Eduardo Sacheri, basado en la novela “La pregunta de sus ojos”, del segundo. Fotografía: Félix Monti. Montaje: Juan José Campanella. Música: Federco Jusid. Escenografía: Juan Cavia. Ambientadora: Laura Guaragna. Con Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella, Javier Godino, José Luis Gioia. 110’
Juan José Campanella creció. Difícil es crecer cuando detrás se tiene películas como “El mismo amor, la misma lluvia”, “El hijo de la novia” o “Luna de Avellaneda”, todas pruebas contundentes de que se trata de uno de los pocos cineastas que consiguen hacer equilibrio entre arte e industria en un equilibrio que, a estas alturas logra conformar tanto a la crítica que prefiere lo masivo, como a aquella otra que sin lugar a dudas, opta por lenguajes más pretenciosos y discursos que requieren cierto trabajo extra por parte del espectador.
Campanella, esta vez de acuerdo a un relato del también periodista Eduardo Sacheri, logra convencer a unos y otros por igual, no obstante las objeciones que los adscriptos al cine más apto para festivales internacionales del tipo Berlín, Cannes o Rotterdam, hacen de su propuesta.
¿Por qué lejos de lo obvio? Es simple de llegar a esta conclusión, pero al mismo tiempo, algo complejo de explicar en pocas palabras. En “El secreto de sus ojos”, el director aborda diferentes géneros –el thriller, el policial puro y duro, el drama, el romance, incluso hay algunos fogonazos de comedia, usados como fusibles que dan un poco de aire a la tensión-, sin caer en lugares comunes. Sus personajes son arquetípicos, sin embargo no caen ni en lo repetitivo ni en lo caricaturesco. Hay un subrayado que roza lo político, pero con la única función de dejarnos en claro en que contexto estos personajes viven una circunstancia clave de sus vidas.
El protagonista es Esposito, un empleado de juzgado correccional penal instalado en el mismo Palacio de Tribunales que, como su colega Sandoval, son los habituales encargados de la tarea de campo. No parece ser un juzgado dedicado a casos difíciles, sin embargo, al mismo tiempo que allí se instala la joven abogada Irene Hustings con el cargo de fiscal, llega a ese ámbito un caso algo pesado: la violación seguida de muerte de una maestra. Aparecen entonces otros personajes. El joven viudo que parece encaminado a resignarse a lo ocurrido, no obstante piensa en que sería necesario dar con el homicida para que purgue en prisión de por vida, un comisario habituado a resolver este tipo de temas en forma abreviada y con metodologías fuera de la ley y , finalmente, tras una ardua y compleja investigación un posible sospechoso.
Cada uno de estos personajes se va despojando frente a la cámara de Campanella de a poco. Primero será Espósito, empeñado, dos décadas más tarde y jubilado un poco a la fuerza, en volcar lo ocurrido, tal como se creyó resolver en su momento, en una novela con la que piensa redimir la culpa de no haber alcanzado la meta de justicia y haber perdido en el camino parte de su vida y sus más genuinos afectos. Después será Irene, quien en todo este tiempo ha construido su vida personal, y la profesional, tal como su familia, seguramente, esperaba que ocurriera, no obstante sabe, que no es lo que realmente soñaba.
“Hemos vivido engañados”, parece que se dijeran en algún momento. Sin embargo, la clave, como en la rosa de El nombre de la rosa (de Umberto Eco, inspirado en Borges), está indudablemente en los ojos de ese viudo que no deseaba la muerte de quién le quitó lo que más amaba en la vida, sino su condena eterna. En esos ojos llenos de pasión pero también de enigma, Espósito encontrará no solo la respuesta de lo que realmente ocurrió, sino la clave de lo que le ocurrió a él mismo frente a esa mujer a la que nunca, hasta ese momento, se atrevió a encarar con sus sentimientos más puros.
“El amor en estado de pureza absoluta”. ¡Qué buena definición!. Es evidente, aquí nada es obvio. Estamos hablando de una intriga que corroe la existencia de un hombre que busca justicia y no la encuentra y de esa misma pasión que circula por las venas de un empleado bancario que decidirá irse a vivir y trabajar al pueblo de donde provino la mujer que fue su esposa, salvajemente asesinada, para encontrar la razón de su vida, esa justicia que la Justicia no pudo darle.
¡Qué buena metáfora!
Hace algunos años, apenas recuperada la democracia en la Argentina, me tocó entrevistar a Osvaldo Bayer en las oficinas –ya demolidas- de la empresa productora Aries, en la calle Lavalle al 1800, a raíz de la reposición tras la dictadura de “La Patagonia rebelde”. Bayer, pleno de lucidez se preguntaba si los familiares de los desparecidos y asesinados en los “años de plomo” vividos en las postrimerías del gobierno de Isabel Perón entre 1975 y 1976, y durante todo el Proceso generarían venganzas personales, en relación a la que servía de punto de partida, precisamente, a “Los vengadores de la Patagonia trágica”, el libro de historia en que se basó la película de Héctor Olivera. Me dijo Bayer que no creía en la posibilidad de que la gente busque una venganza personal, siempre y cuando una justicia auténtica condenara a los responsables de lo ocurrido. Bayer también me confesó que no creía que eso podría ocurrir con la UCR en el poder, dado que sin ir demasiado lejos, quien dio rienda suelta a la represión militar en el sur en la década del 20 fue un gobierno radical que no condenó a los responsables de los fusilamientos, ni mucho menos. En la actualidad vivimos un tiempo en el que se intenta hacer justicia, la que todavía se puede hacer, condenando a los represores que aún viven, por los crímenes de lesa humanidad de los que son responsables. ¿Qué podría suceder si eso no ocurre?.
En "El secreto de sus ojos" está la respuesta a lo que podría ocurrir si no hay justicia. En el secreto de los ojos, por ejemplo, de esos cientos de hijos a los que les arrancaron sus padres y de tantas mujeres a las que les han quitado a sus hijos e hijas, esposos… Nadie busca la revancha del ojo por ojo, pero si un signo de justicia. En la película de Campanella hay un mensaje político, no es obvio, como nada es obvio en un guión analizable desde diferentes perspectivas.
En toda la película hay un complejo enhebrado de pasado y presente, de recuerdos exactos e inexactos que confluyen, finalmente, en una verdad insoslayable.
Cada personaje aporta lo suyo.
El de Darín, un hombre acostumbrado a que las cosas le ocurran hasta que se convierte por decisión propia en protagonista, empreñado en descubrir qué tanto puede movilizar el amor a un hombre a buscar justicia, un remedio a su angustia inagotable, hasta descubrir que él mismo no puede renunciar a lo verdadero que guarda dentro de si.
El de Sandoval, que le permite a Guillermo Francella a mostrar su otra carátula actoral y dejar constancia de que se trata de uno de los actores más completos del cine, el teatro y la TV argentinos de hoy, un empleaducho acostumbrado a los sellos y los expedientes que quiso ser más pero no le dio para serlo y calma sus penas sumergiéndose en el alcohol, héroe casual pero real, finalmente anónimo de esta aventura detrás de pasiones de distinto tenor.
El de Irene, Soledad Villamil mejor que nunca antes, aportando estas tres versiones de Irene, la que llega joven con su abrumadora belleza y acomodada en busca de un buen puesto recién salida de algún posgradoue busca hacer buena letra, la que por un instante cree que puede hacer algo por la justicia pero las circunstancias la convencen que en circunstancias como esa hacer no queda otra que hacer la vista gorda y la tercera, madura, con una vida bastante desperdiciada entre el despacho y una familia modelo, que parece está dispuesta a patear el tablero de una vez y ser, finalmente, lo que hasta entonces reprimió.
Aparte de estas dos grandes construcciones dramáticas y la esperada sorpresa de Francella, hay en el film otras memorables actuaciones.
Una es la de Pablo Rago como el viudo que esconde el "secreto" de los títulos, también con dos etapas, la del hombre acongojado por su tragedia y, veinte años después, la del aparente resignado que insiste con que hay que terminar con lo que pasó y mirar para adelante, aunque por lo visto, lo suyo sigue siendo pura soledad. Rago, confirma lo que ya hizo en el teatro: no es un actor con cara de joven solo apto para romances de pantalla chica sino un actor dramático como pocos.
La segunda es la de José Luis Gioia, un humorista especialista en chistes algo gruesos que, de haber participado hace décadas en Mirame la palomita ahora sorprende con un comisario que interpreta con inusual convicción. Hay que dejar constancia que no fue Camapanella el responsable de la selección pero si de haberlo aceptado cuando el comediante se anotó en el casting que se hizo para el personaje, prueba que aprobó según cuenta el cineasta, con excelente calificación. Y Pablo Alarcón, además, como un juez de los que hay y muchos, que le viene como anillo al dedo.
Una revelación que también sorprende es, sin duda, el español Javier Godino en un difícil papel que consigue transmitir con unos pocos gestos y con su forma moverse y de hablar (porteña, a pesar de no haber sido doblado) la auténtica torva personalidad que le tocó construir. Godino viene de una interesante trayectoria en su país, en especial en comedias musicales de éxito, como “Hoy no me puedo levantar” y “A” y en cine, en “Besos para todos”, de Jaime Chavarri.
“El secreto de sus ojos” incluye, además de un impecable montaje que acompaña un ritmo que nunca decae (en "Luna de Avellaneda" Campanella demostró cierta afinidad por anticipar la sensación de final varias veces antes de llegar al concreto, un ardid que le permite sostener la tensión por ejemplo a lo largo de dos horas y media sin caer) un cuidadoso trabajo de encuadre, de construcción de cada plano y uno, memorable, que como el de “Ojos de serpiente” (Brian de Palma), quedará en la historia del cine, más que nada por su funcionalidad y su planificación utilizado diferentes recursos técnicos que no evidencian costura alguna, incluso en una segunda y tercera visión. Tiene como escenario la cancha de Huracán y dura cinco minutos y pico, una corrida que encabezan Darín y Francella que es un placer ver, analizar y comentar con todo aquel que viva el cine como una pasión. la construcción de la banda de sonido como si se tratara de una sinfonía aprpósito de los imposibles, compuesta por Federico Jusid, ayuda a dar al todo un tono entre nostálgico y melancólico, el mismo en el que discurre la trama.
Campanella conoce el cine norteamericano clásico y sabe como sacarle provecho. También conoce a sus personajes, la ciudad en la que se mueven, los códigos, el lenguaje, el esplín cotidiano. Está parado sobre la tierra y sabe dónde poner la cámara. El suyo es cine con mayúscula. Hay que ponerse pie para aplaudirlo.
Juan José Campanella creció. Difícil es crecer cuando detrás se tiene películas como “El mismo amor, la misma lluvia”, “El hijo de la novia” o “Luna de Avellaneda”, todas pruebas contundentes de que se trata de uno de los pocos cineastas que consiguen hacer equilibrio entre arte e industria en un equilibrio que, a estas alturas logra conformar tanto a la crítica que prefiere lo masivo, como a aquella otra que sin lugar a dudas, opta por lenguajes más pretenciosos y discursos que requieren cierto trabajo extra por parte del espectador.
Campanella, esta vez de acuerdo a un relato del también periodista Eduardo Sacheri, logra convencer a unos y otros por igual, no obstante las objeciones que los adscriptos al cine más apto para festivales internacionales del tipo Berlín, Cannes o Rotterdam, hacen de su propuesta.
¿Por qué lejos de lo obvio? Es simple de llegar a esta conclusión, pero al mismo tiempo, algo complejo de explicar en pocas palabras. En “El secreto de sus ojos”, el director aborda diferentes géneros –el thriller, el policial puro y duro, el drama, el romance, incluso hay algunos fogonazos de comedia, usados como fusibles que dan un poco de aire a la tensión-, sin caer en lugares comunes. Sus personajes son arquetípicos, sin embargo no caen ni en lo repetitivo ni en lo caricaturesco. Hay un subrayado que roza lo político, pero con la única función de dejarnos en claro en que contexto estos personajes viven una circunstancia clave de sus vidas.
El protagonista es Esposito, un empleado de juzgado correccional penal instalado en el mismo Palacio de Tribunales que, como su colega Sandoval, son los habituales encargados de la tarea de campo. No parece ser un juzgado dedicado a casos difíciles, sin embargo, al mismo tiempo que allí se instala la joven abogada Irene Hustings con el cargo de fiscal, llega a ese ámbito un caso algo pesado: la violación seguida de muerte de una maestra. Aparecen entonces otros personajes. El joven viudo que parece encaminado a resignarse a lo ocurrido, no obstante piensa en que sería necesario dar con el homicida para que purgue en prisión de por vida, un comisario habituado a resolver este tipo de temas en forma abreviada y con metodologías fuera de la ley y , finalmente, tras una ardua y compleja investigación un posible sospechoso.
Cada uno de estos personajes se va despojando frente a la cámara de Campanella de a poco. Primero será Espósito, empeñado, dos décadas más tarde y jubilado un poco a la fuerza, en volcar lo ocurrido, tal como se creyó resolver en su momento, en una novela con la que piensa redimir la culpa de no haber alcanzado la meta de justicia y haber perdido en el camino parte de su vida y sus más genuinos afectos. Después será Irene, quien en todo este tiempo ha construido su vida personal, y la profesional, tal como su familia, seguramente, esperaba que ocurriera, no obstante sabe, que no es lo que realmente soñaba.
“Hemos vivido engañados”, parece que se dijeran en algún momento. Sin embargo, la clave, como en la rosa de El nombre de la rosa (de Umberto Eco, inspirado en Borges), está indudablemente en los ojos de ese viudo que no deseaba la muerte de quién le quitó lo que más amaba en la vida, sino su condena eterna. En esos ojos llenos de pasión pero también de enigma, Espósito encontrará no solo la respuesta de lo que realmente ocurrió, sino la clave de lo que le ocurrió a él mismo frente a esa mujer a la que nunca, hasta ese momento, se atrevió a encarar con sus sentimientos más puros.
“El amor en estado de pureza absoluta”. ¡Qué buena definición!. Es evidente, aquí nada es obvio. Estamos hablando de una intriga que corroe la existencia de un hombre que busca justicia y no la encuentra y de esa misma pasión que circula por las venas de un empleado bancario que decidirá irse a vivir y trabajar al pueblo de donde provino la mujer que fue su esposa, salvajemente asesinada, para encontrar la razón de su vida, esa justicia que la Justicia no pudo darle.
¡Qué buena metáfora!
Hace algunos años, apenas recuperada la democracia en la Argentina, me tocó entrevistar a Osvaldo Bayer en las oficinas –ya demolidas- de la empresa productora Aries, en la calle Lavalle al 1800, a raíz de la reposición tras la dictadura de “La Patagonia rebelde”. Bayer, pleno de lucidez se preguntaba si los familiares de los desparecidos y asesinados en los “años de plomo” vividos en las postrimerías del gobierno de Isabel Perón entre 1975 y 1976, y durante todo el Proceso generarían venganzas personales, en relación a la que servía de punto de partida, precisamente, a “Los vengadores de la Patagonia trágica”, el libro de historia en que se basó la película de Héctor Olivera. Me dijo Bayer que no creía en la posibilidad de que la gente busque una venganza personal, siempre y cuando una justicia auténtica condenara a los responsables de lo ocurrido. Bayer también me confesó que no creía que eso podría ocurrir con la UCR en el poder, dado que sin ir demasiado lejos, quien dio rienda suelta a la represión militar en el sur en la década del 20 fue un gobierno radical que no condenó a los responsables de los fusilamientos, ni mucho menos. En la actualidad vivimos un tiempo en el que se intenta hacer justicia, la que todavía se puede hacer, condenando a los represores que aún viven, por los crímenes de lesa humanidad de los que son responsables. ¿Qué podría suceder si eso no ocurre?.
En "El secreto de sus ojos" está la respuesta a lo que podría ocurrir si no hay justicia. En el secreto de los ojos, por ejemplo, de esos cientos de hijos a los que les arrancaron sus padres y de tantas mujeres a las que les han quitado a sus hijos e hijas, esposos… Nadie busca la revancha del ojo por ojo, pero si un signo de justicia. En la película de Campanella hay un mensaje político, no es obvio, como nada es obvio en un guión analizable desde diferentes perspectivas.
En toda la película hay un complejo enhebrado de pasado y presente, de recuerdos exactos e inexactos que confluyen, finalmente, en una verdad insoslayable.
Cada personaje aporta lo suyo.
El de Darín, un hombre acostumbrado a que las cosas le ocurran hasta que se convierte por decisión propia en protagonista, empreñado en descubrir qué tanto puede movilizar el amor a un hombre a buscar justicia, un remedio a su angustia inagotable, hasta descubrir que él mismo no puede renunciar a lo verdadero que guarda dentro de si.
El de Sandoval, que le permite a Guillermo Francella a mostrar su otra carátula actoral y dejar constancia de que se trata de uno de los actores más completos del cine, el teatro y la TV argentinos de hoy, un empleaducho acostumbrado a los sellos y los expedientes que quiso ser más pero no le dio para serlo y calma sus penas sumergiéndose en el alcohol, héroe casual pero real, finalmente anónimo de esta aventura detrás de pasiones de distinto tenor.
El de Irene, Soledad Villamil mejor que nunca antes, aportando estas tres versiones de Irene, la que llega joven con su abrumadora belleza y acomodada en busca de un buen puesto recién salida de algún posgradoue busca hacer buena letra, la que por un instante cree que puede hacer algo por la justicia pero las circunstancias la convencen que en circunstancias como esa hacer no queda otra que hacer la vista gorda y la tercera, madura, con una vida bastante desperdiciada entre el despacho y una familia modelo, que parece está dispuesta a patear el tablero de una vez y ser, finalmente, lo que hasta entonces reprimió.
Aparte de estas dos grandes construcciones dramáticas y la esperada sorpresa de Francella, hay en el film otras memorables actuaciones.
Una es la de Pablo Rago como el viudo que esconde el "secreto" de los títulos, también con dos etapas, la del hombre acongojado por su tragedia y, veinte años después, la del aparente resignado que insiste con que hay que terminar con lo que pasó y mirar para adelante, aunque por lo visto, lo suyo sigue siendo pura soledad. Rago, confirma lo que ya hizo en el teatro: no es un actor con cara de joven solo apto para romances de pantalla chica sino un actor dramático como pocos.
La segunda es la de José Luis Gioia, un humorista especialista en chistes algo gruesos que, de haber participado hace décadas en Mirame la palomita ahora sorprende con un comisario que interpreta con inusual convicción. Hay que dejar constancia que no fue Camapanella el responsable de la selección pero si de haberlo aceptado cuando el comediante se anotó en el casting que se hizo para el personaje, prueba que aprobó según cuenta el cineasta, con excelente calificación. Y Pablo Alarcón, además, como un juez de los que hay y muchos, que le viene como anillo al dedo.
Una revelación que también sorprende es, sin duda, el español Javier Godino en un difícil papel que consigue transmitir con unos pocos gestos y con su forma moverse y de hablar (porteña, a pesar de no haber sido doblado) la auténtica torva personalidad que le tocó construir. Godino viene de una interesante trayectoria en su país, en especial en comedias musicales de éxito, como “Hoy no me puedo levantar” y “A” y en cine, en “Besos para todos”, de Jaime Chavarri.
“El secreto de sus ojos” incluye, además de un impecable montaje que acompaña un ritmo que nunca decae (en "Luna de Avellaneda" Campanella demostró cierta afinidad por anticipar la sensación de final varias veces antes de llegar al concreto, un ardid que le permite sostener la tensión por ejemplo a lo largo de dos horas y media sin caer) un cuidadoso trabajo de encuadre, de construcción de cada plano y uno, memorable, que como el de “Ojos de serpiente” (Brian de Palma), quedará en la historia del cine, más que nada por su funcionalidad y su planificación utilizado diferentes recursos técnicos que no evidencian costura alguna, incluso en una segunda y tercera visión. Tiene como escenario la cancha de Huracán y dura cinco minutos y pico, una corrida que encabezan Darín y Francella que es un placer ver, analizar y comentar con todo aquel que viva el cine como una pasión. la construcción de la banda de sonido como si se tratara de una sinfonía aprpósito de los imposibles, compuesta por Federico Jusid, ayuda a dar al todo un tono entre nostálgico y melancólico, el mismo en el que discurre la trama.
Campanella conoce el cine norteamericano clásico y sabe como sacarle provecho. También conoce a sus personajes, la ciudad en la que se mueven, los códigos, el lenguaje, el esplín cotidiano. Está parado sobre la tierra y sabe dónde poner la cámara. El suyo es cine con mayúscula. Hay que ponerse pie para aplaudirlo.
7 jul 2009
Adiós a Juan Carlos Frugone
Una noticia me golpéa el corazón. En un mail me dicen que murió Juan Carlos Frugone, el hombre que me enseñó a hacer catálogos de cine y, como él mismo repetía, a entender que un catálogo es, por más que haya quienes se resistan a aceptarlo, el reloj de cualquier festival.
Recuerdo aquella tarde de mayo de 1996, cuando en una oficina del Incaa donde se organizaba la vuelta del Festival de Mar del Plata, Oscar Barney Finn me lo presentó. Sin muchas vueltas me dijo “Te presento a Juan Carlos Frugone, el director artístico del festival”. Creo que por allí también estaban Héctor Olivera y Julio Márbiz también. Frugone era un tipo de contextura más bien pequeña, un poco gordito. Lucia un bigotito y cabello bastante canoso. Era como una versión sui géneris de Roberto Galán.
Desde ese día y papel y lápiz en mano, lo escuché hablar de cine, de su vasta experiencia, de las idas y venidas en la vida de un crítico (las de él mismo desde que se fue de la Argentina con rumbo a España) y de cómo debería ser un festival de cine en serio. Me transmitió la necesidad de hacer un trabajo riguroso porque, me dijo, “El catálogo es lo único que queda de un festival”, y tenía razón. Recuerdo también que en esas semanas el país sufría los embates de una economía que empezaba a generar fuertes dolores de cabeza. Y así fue que al pobre Juan Carlos el corazón le dijo basta. De golpe y porrazo, tuvo que ser operado y de esa forma dejar de lado sus sueños festivaleros que recogió Finn, hasta llevarlos a la práctica.
Juan Carlos se hacía mucho problema por todo. Se tomaba muy en serio las cosas. Ya había demostrado su obsesividad en España y creía, con mucha inocencia, que aquí era posible un festival parecido al de Cannes, al de Venecia o al menos al de San Sebastián. La mala sangre de aquellas se semanas del invierno de 1996 lo dejaron de cama. Volví a verlo cinco meses después, recuerdo, en una oficina de producción del festival en el hotel Hermitage. Lo vi repuesto pero también dispuesto a hacer buena letra y no ponerse nervioso, aunque algún personaje intentó hacerlo.
Más tarde, y después de todo ese estrés, regreso a su patria postiza y hasta intercambiamos unas pocas cartas –si, cartas, de esas que se escribían por entonces en papel- en las que me contaba que en Madrid estaba puchereando y al mismo tiempo haciendo gimnasia para mantenerse en estado y evitar nuevos problemas de salud. "Estoy hecho un Rambo" me escribió con ironía. Pero la correspondencia en un momento se cortó. Mejor dicho, fui postergando una respuesta y otra y así, casi sin darme cuenta, no supe más de él.
Después me enteré que sus vientos habían cambiado, que la mala racha se había cortado. No es para menos. En el 2005 fue designado director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), cargo que ocupó hasta 2008, cuando dicen su carácter pudo más que la paga, que era muy buena. Curiosamente, en todas las veces que estuve en España, y en Madrid, nunca se me ocurrió llamarlo.
Cuando yo era un adolescente, leía a Frugone en Clarín, esos momentos excepcionales en los que llegaba un ejemplar a mis manos, ya que en mi casa se leían únicamente La Nacion, La Opinión y La Razón, mañana y noche, respectivamente. Confieso: no era de mis favoritos. Sin embargo, había algo en su pluma que me enganchaba: saber cómo llegar al lector. Muchos años después, Sergio Renán me comentó una sensación parecida, cuando en su tiempo leyó lo que Frugone escribió de La tregua, y me explicó, además, que la crítica que mejor había entendido entonces su propuesta.
Frugone vivía solo en un piso madrileño, que él mismo me dijo, podía haber sido el de Mujeres al borde de un ataque de nervios. En la década del 70 trabajó en Clarín y para esa vidriera cubrió numerosos festivales europeos. Al finalizar esa década marchó a España y en 1984 fue nombrado director adjunto –de Fernando Lara- de la Seminci, cargo que ocupó hasta 1992. Había escrito en los periódicos españoles Diario 16, El Mundo, El Norte de Castilla, en el semanario El Independiente y se desempeñó en la agencia LID (Línea Independiente para Diarios).
Frugone integró diferentes jurados en festivales, como el de Oxford (1980), el de Chicago (1981, 1982, 1984, 1985, 1993 y 1999), el de San Sebastián (1982, 1983, 1984 y 1985), el de Edimburgo (1991 y 1994), el de Huelva (1984), Huesca (1990) y Guadalajara (2000).
Como guionista, colaboró en la televisión pública española (TVE), en la serie titulada La Taberna (1978) y en la Historia de Rosendo Juárez (1977), de acuerdo a un cuento de Jorge Luis Borges.
Ha escrito ensayos apropósito de Stanley Donen (... Y no fueron tan felices, 1989), de Rafael Azcona (Atrapados por la vida, 1987) y Mario Camus (Oficio de gente humilde, 1984).
Juan Carlos, que tenía 71 años que nunca confesó en público, era un caballero, dicen otros que un cabrón que al menos yo no llegué a conocer. Siempre lo voy a recordar con cariño porque con él aprendí en un curso intensivo a hacer catálogos y por sus charlas que compartía entre Lima y Morenom donde está el Incaa, y el hotel Lancaster en Córdoba y Reconquista donde vivió un par de meses en 1996 poco antes de su infarto, apenas unas pocas horas después que Domingo Cavallo abandonó el barco del menemismo y el país entró, a toda velocidad, en un nuevo y difícil capítulo de su historia.
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